Editorial


El racionamiento que viene

Hace unas pocas semanas, cuando nos visitó en El Universal para promover el Sí en el plebiscito, el expresidente César Gaviria rememoraba el racionamiento forzado que le tocó implementar entre el 2 de mayo de 1992 y el 7 de febrero de 1993, provocado por el fenómeno de El Niño y por ineficiencias graves en ISA. Los relojes se adelantaron una hora en lo que se llamó la “hora Gaviria”, para aprovechar al máximo las horas de sol.

En esa época todo el país se sacrificó, pero ahora la Costa Caribe enfrenta sola un racionamiento porque la comercializadora regional, Electricaribe, anunció que no les puede pagar la energía a sus proveedores. Un aparte de un comunicado de la FND (Federación Nacional de Departamentos), firmado por su presidente, Amylkar Acosta, decía así:

“Electricaribe pasó de castaño a oscuro. A partir del próximos jueves 10 toda la región Caribe entra en limitación de suministro de la energía eléctrica por incumplimiento de Electricaribe”.  Por su parte, el Superintendente de Servicios Públicos, José Miguel Mendoza, dijo, según el mismo comunicado, que “no permitiré por ningún motivo y bajo ninguna circunstancia que la Costa se apague y haremos lo que sea menester para evitarlo”.

El comunicado concluye informando que para los 2,5 millones de usuarios del Caribe colombiano habría “un racionamiento programado por espacio de 3 horas diarias, inicialmente”. Este “inicialmente” crea gran incertidumbre, porque no sabemos si más adelante el racionamiento aumentaría o disminuiría, aunque la experiencia haría pensar que sería lo último: racionamientos cada vez más largos hasta encontrar una solución.

Es apenas justo decir que los gobernadores de los 7 departamentos del Caribe colombiano vienen advirtiendo de este riesgo desde hace varios meses e instando al gobierno Nacional a tomar acción, al igual que ha hecho la mayoría de los parlamentarios de este litoral.

Los perjuicios para el Caribe serán enormes: en primer lugar, la calidad de vida de sus gentes descenderá mucho dado nuestro clima y la limitación para usar neveras, ventiladores y aires acondicionados; la actividad industrial tendría grandes traumatismos y perdería competitividad además de mucho dinero; y cosa similar le pasaría a la industria del turismo, que además es una de las grandes empleadoras formales de la ciudad.

Qué casualidad que esta crisis, que se veía venir y sobre la cual hubo alarmas tempranas, le tenga que suceder a la Costa Caribe. Precisamente cuando hay consciencia de que se requiere dar una lucha frontal contra la pobreza, la región dejará de ser atractiva para nuevos inversionistas que deberían abrir aquí sus plantas. Más allá de la incomodidad de estar sin energía en este clima, la pérdida de competitividad es el golpe más duro para la región.

Ojalá que el gobierno Nacional, suficientemente avisado, tenga soluciones contundentes a esta crisis.

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