Editorial


El respeto a las ideas ajenas

Estamos en una democracia y cada cual tiene derecho a pensar como quiera y a expresarlo del modo que quiera, siempre y cuando no vulnere los derechos de los demás. Impedirle a alguien expresar su opinión es un delito que debe castigarse drásticamente nacional e internacionalmente. Por eso sorprende la polémica que se ha suscitado a raíz de la posición de algunos pastores cristianos sobre los acuerdos de paz de La Habana y a la invitación que han hecho a sufragar por el NO desde sus iglesias.

Dicen que la religión no debe mezclarse con la política, cuando lo cierto es que tanto la religión como la política hacen parte de la vida diaria y las enseñanzas espirituales son la cotidianidad de la gente, de la cual hace parte la política.

Otra cosa es que se les critique por su posición política, pero no porque tengan una, como si alguna ley lo prohibiera expresamente.

Cada feligrés está en libertad de seguir las recomendaciones de su asesor en asuntos de un ser superior, y cada pastor tiene la de expresar públicamente sus ideas. Allá el feligrés si la comparte, y no tiene obligación alguna, por lo menos legalmente. 

No compartimos la idea de que se le impida a alguien invitar a votar por una opción, solo porque usa argumentos religiosos. Repetimos, es al feligrés al que le corresponde cuestionar a su pastor, y con argumentos sólidos, no con críticas carentes de peso, para lograr que su idea triunfe. El debate sobre la paz, ha estado lleno, de lado y lado, de triquiñuelas que le quitan peso al razonamiento. Parece más una pelea de competencia desleal que una sana confrontación de ideas.

Hay una frase contundente que se le atribuye a Rousseu y que dice más o menos así: “No estoy de acuerdo con lo que dices pero defenderé a muerte tu derecho a decirlo” y eso es lo que ha hecho falta en nuestro país.

Los partidarios de uno y otro lado miran al contradictor con recelo y miedo y algunos hablan hasta de matarlos, las cuales son ya palabras mayores. Los seguidores de las iglesias en las que el pastor ha tomado partido tienen todo el derecho de controvertirlos dentro del mayor respeto y la actitud comedida. Lo que no tienen derecho, ni los feligreses ni nadie es a descalificarlo, diciendo que la religión no tiene que ver con la política o insultarlo porque exprese sus ideas.

Por muy descabelladas que nos parezcan todo el mundo merece que sus opiniones se respeten y que se le discuta con argumentos no con insultos. La base de toda democracia es la libre confrontación de tesis, nadie puede ser obligado a decir lo que no cree.

Hay que seguir el ejemplo de Héctor Abad en un periódico español en el que se mostró partidario del SÍ, pero dijo que a los que creen en el NO, hay que oírlos.
“El respeto al derecho ajeno es la paz”, dijo el escritor y líder político mexicano Benito Juárez, y en Colombia hace falta respetar las opiniones del contradictor para que la paz sea verdadera.

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