Editorial


El reto de las autoridades es Cartagena

El 26 de este mes se firmará en Cartagena el acuerdo de paz entre el gobierno de Colombia y la guerrilla de las Farc, un evento que aunque dura un rato de un día, requiere todo el cuidado de las autoridades de Cartagena, bajo la dirección del alcalde Manolo Duque antes, durante e inmediatamente después del evento. No solo estarán aquí algunos presidentes y personalidades mundiales, sino personas del país -los líderes de las propias Farc, por ejemplo- a quienes se les tiene que garantizar su seguridad.

Este compromiso de Cartagena, a la que el alcalde Duque llamó ciudad de paz cuando solicitaba que fuera la sede del evento, en los últimos días se convirtió en una ciudad cuya inseguridad afloró donde menos y cuando menos se esperaba en una seguidilla de hechos delincuenciales, incluyendo un hurto de celular que concluyó en un asesinato, e intentos de matar a un capo de la mafia con la casa por cárcel en un edificio de Bocagrande, en el corazón de la zona turística, que la Policía frustró oportunamente, ademas de un hurto de relojes en la terraza de un restaurante. Mentiríamos si no dijéramos que en Cartagena ahora hay mucho miedo.

Pero la ciudad no se “dañó” de un momento a otro, como quieren hacer creer algunas personas, sino que la delincuencia que ha venido tomándose los barrios del sur de la urbe en un proceso inexorable de pocos años finalmente llegó al enclave turístico y de estratos altos. Era previsible que sucediera, como lo sugerimos aquí varias veces y lo hicieron también muchas otras personas que opinan en El Universal impreso y virtual. Pero quizá nadie esperaba la explosión de hechos tan espeluznantes en pocos días. No es que haya “sensación” de inseguridad, como dicen algunas autoridades, sino que esta es palpable, diaria y preocupante.

El evento de la firma de la paz entre gobierno y Farc pasará en un santiamén y quedará Cartagena para enfrentar su realidad recién descubierta en el norte, que ya era la del sur, que incluye la insatisfacción de los habitantes y un daño aún no medido al turismo nacional e internacional. Ninguno de estos dos males se mitigará con medidas tontas ni discursos sosos, sino con acción contundente contra la delincuencia, con autoridad, y con acciones sociales de fondo porque en la raíz del problema está la extrema pobreza en los sectores mayoritarios de la población, mucha de cuya juventud sin oportunidades ve en la delincuencia una salida a sus penurias.

Debería también la gente dejar de hacer cadenas con información irresponsable y no corroborada, pasada por medios electrónicos y redes sociales, que hacen más daño que bien.

El reto verdadero de las autoridades es recuperar la seguridad en toda Cartagena, y la ciudadanía también tiene que aportar con información responsable y mucho civismo.

No es que haya “sensación” de inseguridad, como dicen algunas autoridades, sino que esta es palpable, diaria y preocupante.

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