Editorial


El rifirrafe de Santos y Maduro

El presidente Nicolás Maduro, a quien se le nota la desesperación por la crisis de su gobierno y por la pésima situación de su país, acusa a la oposición de querer dar un golpe de Estado patrocinada por ‘el imperio’, los Estados Unidos, mientras que a los marchistas opositores los califican de terroristas él, Tareck El Aissami, Diosdado Cabello y demás figuras del gobierno vecino.

Los opositores no  solo no ocultan que quieren que Maduro deje la presidencia,  sino que se lo exigen públicamente. Pretenden, eso sí, que haya elecciones limpias para participar en ellas y cambiar el régimen chavista venezolano. Solo exigen las mismas reglas de juego democráticas mediante las cuales el régimen asumió el poder, que por supuesto, nunca sucederá, porque la separación de poderes ya no existe en Venezuela sino de nombre y porque todas las instituciones importantes están cooptadas por el Gobierno y no cederá voluntariamente el poder.

Aunque la posición del gobierno de Maduro es delicada, aún no es desesperada y tiene toda la capacidad de represión intacta y toda la voluntad para usarla con pocos reparos, aunque le incomoden las críticas cada vez más duras y más generalizadas de la comunidad internacional. Pero no le incomodan lo suficiente como para no tomar prisioneros políticos a líderes de la oposición con cualquier pretexto, ni como para abstenerse de matar manifestantes inermes, ni para seguir armando milicias cuya misión también sería la de neutralizar un levantamiento dentro de las fuerzas armadas venezolanas. Tampoco le preocupa haber silenciado a todos los medios opositores venezolanos.

Como el presidente Santos le dijo que el chavismo había fracasado, y además aseguró habérselo dicho al propio Chávez hace seis años, Maduro, en su usual estilo agresivo y chabacano, llamó a Colombia un país fallido y amenazó con contar la ‘verdad’ del proceso de paz colombiano, acerca del cual divulgaría grabaciones que presumiblemente dejarían mal parado al gobierno colombiano y especialmente a su presidente, por patrocinar una farsa que luego resultaría en el asesinato de los dirigentes de las Farc.

Dijo que Colombia era un país desagradecido, y que Venezuela era el ‘padre’ de esta nación, insinuando quizá que por haber nacido el Libertador Simón Bolívar allá, este país de alguna manera era un subordinado de Venezuela, y como Maduro es el jefe de esa nación, al menos en apariencia, entonces él debería ser acatado, o más respetado por Colombia, especialmente por su participación para que las negociaciones de paz con las Farc, protegidas por Venezuela, se pudieran dar.

Aplaudimos que al fin el gobierno de Santos se atrevió a criticar al de Maduro por su falta de democracia y por su represión salvaje de los opositores, aunque no creemos que el gobierno vecino cambiará su proceder.

 


 

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