Editorial


El robo de celulares

También los delincuentes han optado por matar a la víctima antes de que tenga tiempo de reaccionar, como se ha visto en algunos casos.

Hace unas semanas, un avión que partió de Bogotá rumbo a Buenos Aires fue sorprendido con numerosos teléfonos celulares robados aquí y vendidos en otros países para evadir las medidas adoptadas por las autoridades para disminuir ese delito, que se ha convertido, además, en otra causa de muerte.

Los atracadores no tienen empacho alguno en darle unas puñaladas o dispararle a su víctima, con tal de arrebatarle el aparato, que al parecer sirve para hacer negocios pingües.

La más reciente víctima fue un estudiante muy joven que se transportaba en un bus de servicio urbano. Ya no se puede salir a ningún sitio sin que seamos despojados de nuestro celular y aunque las autoridades recomiendan no ofrecer resistencia para no morir en el intento, la verdadera solución es impedir la acción de los asaltantes que no tienen respeto por nadie.

La última modalidad es, al parecer, vender los aparatos en otros países para que no funcione el bloqueo del equipo, ni nada de lo que se ideen las autoridades en su afán de frenar esta actividad aquí. No hay derecho a que se mate a nadie, solamente por robarle un teléfono portátil con lo cual se ganará algunos pesos.

También los delincuentes han optado por matar a la víctima antes de que tenga tiempo de reaccionar, como se ha visto en algunos casos.

La disminución de este delito empieza con penas más drásticas para quien lo cometa.

Es imprescindible que sus defensores no acudan a las mayores argucias jurídicas para dejarlos libres y que continúen en esta actividad criminal.

Las estadísticas dan mareo: en el país don robados anualmente unos 2,8 millones de teléfonos portátiles lo que equivale a más de 2 mil al día y a más de 100 cada hora, en el tiempo que usted se gasta el comer cerca de 20 personas han sido despojadas de sus teléfonos.

La asociación de operadores de telefonía celular pone a Colombia como la nación suramericana donde se roban más celulares. Lo grave es que las víctimas no están seguras ni siquiera en el caso de que no opongan resistencia al atraco. Cali, Bogotá, Barranquilla y Cartagena son las ciudades más afectadas, en ese orden por estos asaltos que se han convertido en crímenes.

¿Qué hacer contra este flagelo? Lo primero es denunciar y asegurarse de que los delincuentes no reciban beneficios jurídicos. El Ministerio de las Tecnologías de la Información calcula que el número de casos conocidos oficialmente no pasa del 20 % de los hurtos totales. Esos objetos se han vuelto una extensión, casi una parte del cuerpo y son ahora mismo el objetivo de muchos delincuentes, al punto que más del 35% de los atracos tienen como finalidad despojar a las víctimas de su celular.

Es importante saber que esta modalidad de robo se está transformando en la más practicada y hay que acostumbrarse a “no dar papaya”.

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