Editorial


El rollo del galeón San José

EL UNIVERSAL

10 de diciembre de 2015 12:00 AM

Es seguro que en el hallazgo de un barco hundido, y sobre todo uno lleno de tesoros en metales preciosos y artefactos históricos, hay mucho más en todo sentido de lo que se ve a primera vista, y ojalá que no nos pase como con el territorio que perdimos ante Nicaragua en el archipiélago de San Andrés Islas, en donde los gobiernos de Colombia subestimaron el trabajo constante, discreto y acertado de varios gobiernos de ese país centroamericano, hasta que nos ganaron el “diferendo limítrofe”.

Además de Colombia, en el caso del galeón San José hay dos interesados que ya se dejaron oír: el gobierno de España y la compañía Sea Search Armada (SSA). El primero cree, o dice creer, que es dueño del galeón San José porque era un buque español cuando los ingleses lo hundieron. Y la segunda argumenta haberle revelado al gobierno de Colombia, quien la había contratado con ese fin hace unos años, las coordenadas adonde estaba el barco.
Ya se sabe que los países no tienen sentimientos, sino intereses, e independientemente de lo que piensen personalmente los funcionarios españoles, deben hacer lo posible por sacarle provecho a este hallazgo. Y también se sabe que muchas compañías no tienen hígados, sino tesorerías. Los intereses nacionales y particulares explican buena parte del comportamiento humano.

España es un país aliado de Colombia y quien lideró las gestiones para que los colombianos fueran eximidos de sacar la visa Schengen para visitar a la Unión Europea, pero no le queda ni regular reclamar lo que exista del barco ni mucho menos el tesoro que llevaba adentro, expoliado por los españoles de esa época a los aborígenes de América del sur. El sentido común dice que barco y tesoro son de Colombia, pero hay que tener cuidado de llevar bien este caso, no sea que nos llevemos otro chasco.

El tesoro ha sido valorado en sumas astronómicas, pero no puede ser vendido por el Estado, como sí lo podría hacer con su parte una compañía privada como la Sea Search Armada, que es probable que viva de encontrar tesoros y venderlos, entre otras actividades. Así que el “botín” de oro, plata y artefactos que tantas agallas ha abierto debe ir a parar a un museo colombiano, y no a una colección privada, local ni foránea.

Y también es lógico que este museo que albergará parte de la historia naval del Caribe esté en Cartagena de Indias -ya existe aquí un museo naval huérfano de piezas como las del San José- y tenga este la colección principal, sin perjuicio de que las piezas viajen por el resto del Caribe colombiano y del país en muestras itinerantes para que siempre haya elementos del contenido de este barco en varias partes al tiempo.

El Gobierno da muestras de estar manejando bien este hallazgo, pero no debe flaquear, y mucho menos por exceso de confianza.

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