El flagelo del ruido ha sido tema frecuente de este espacio por la intranquilidad que causa, porque impide descansar y hasta pensar, y porque es casi una epidemia en Cartagena, con consecuencias graves en salud pública y quizá hasta en salud mental, aunque se comienzan a ver algunas mejorías con la aplicación del nuevo Código de Policía.
Este prohíbe “Emitir ruidos en fiestas, reuniones o actividades de este tipo, que generen molestia por su impacto auditivo” y fija ‘multas monetarias’ por violarlo, además de 14 medidas correctivas.
El Artículo 33° habla de “Comportamientos que afectan la tranquilidad y relaciones respetuosas de las personas”, entre los cuales están no permitir que “se afecte el sosiego con: sonidos o ruidos en actividades, fiestas, reuniones o eventos similares que afecten la convivencia del vecindario, cuando generen molestia por su impacto auditivo, en cuyo caso podrán las autoridades de policía desactivar temporalmente la fuente del ruido, en caso de que el residente se niegue a desactivarlo” y también “actividades diferentes a las aquí señaladas en vía pública o en privado, cuando trascienda a lo público, y perturben o afecten la tranquilidad de las personas”.
Es bien conocido el caos en muchos barrios por la desconsideración casi hecha norma, que hace creer a demasiados habitantes que oír ellos música equivale a hacérsela oír al resto del vecindario a todo volumen, y pareciera que el tamaño y capacidad de ruido de los equipos tuviese alguna atadura y proporcionalidad con el concepto local de hombría, virilidad y poder. Pareciera dar prestigio que se sepa que es fulano o zutano quien puso la música a todo volumen.
Sorprende, sin embargo, que este comportamiento lo imiten los eventos más importantes que se hacen en Cartagena, y que a empresas grandes se les ocurriera alquilar una barcaza con su remolcador, para poner en ella a un cantante vallenato y un estruendoso equipo de sonido que recorrió las riberas de Manga, Bocagrande y Castillogrande, impidiendo dormir a cientos, quizá a miles, de habitantes de las torres vecinas al agua hasta bien entrada la madrugada. Además de que ese evento nunca debió ser permitido, las autoridades no hicieron nada efectivo para acabarlo oportunamente.
¿Pensarán estos organizadores que Cartagena se merece ese trato? ¿Harían lo mismo en sus propias ciudades?
Si ese es el turismo que va a venir a Cartagena, sería muchísimo mejor que se quedara en su lugar de origen.
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