Para mantenerse en el poder, los regímenes autoritarios acuden a toda suerte de maniobras, sin importar que estas sean ilegales o ilegítimas. Intervienen las elecciones hasta cuando establecen un gobierno de partido único, y reprimen cualquier manifestación contraria a sus dogmas, con tanta energía que sus opositores terminan sucumbiendo por miedo. Tal cosa sucedió en Cuba para convertirse al socialismo dependiente de la Unión Soviética, y tal cosa está sucediendo en Venezuela aunque en este caso le queda más difícil al régimen de Nicolás Maduro pasarse por la faja los principios de la democracia y el respeto a los derechos humanos. Allí están siguiendo al pie de la letra el camino que transitaron los cubanos, que tanta sangre y muerte costó.
En reciente intervención radiotelevisada, el presidente Maduro confirmó lo que todos sospechaban: que el gobierno bolivariano tiene susto por una debacle de los oficialistas en las elecciones parlamentarias del mes de diciembre. Primero, intentó armar una confrontación con Colombia, para tener una justificación que ameritara suspender los comicios. Como la treta no le funcionó, ahora amenaza a los venezolanos, con su habitual soberbia y su desprecio por los ciudadanos, con una guerra civil en el país vecino en caso de perder sus mayorías en la Asamblea Legislativa, porque, según dijo, “estamos dispuestos a defender la revolución”, desconociendo la exigencia que le había hecho a la oposición hacía pocos días, de comprometerse por escrito a respetar los resultados, fueran estos los que fueran.
Eso confirma dos cosas: que la idea es consolidar un régimen comunista y desde allí irrigar la “revolución” a los países vecinos. Casi la misma teoría foquista que tanto defendía el Che Guevara desde Bolivia, solo que esta vez no es únicamente empleando la guerrilla sino combinando todas las formas de lucha, según el dogma clásico. La primera estrategia tiene que ver con eliminar la prensa libre. No es extraño que las Farc hablen de “prensa democrática” en las conversaciones de paz con el gobierno colombiano y que para cumplir ese propósito está dispuesto a lo que sea, sin importarle la comunidad internacional.
La estrategia en marcha es la de eliminar los líderes opositores, sometiéndolos a juicios y condenas amañadas, como sucedió con Leopoldo López, cuyo fiscal acusador dijo toda la verdad, después de pedir asilo en los Estados Unidos.
No pinta bien el futuro de Venezuela, sometida ya a la destrucción de su economía y a una aguda represión contra quien así lo diga. Los propios empresarios de ese país cuestionan la marcha del régimen, como sucedió con el presidente de Polar. La idea es destruir la iniciativa privada y la libertad individual. Tampoco es optimista el panorama para sus países vecinos, sometidos a la influencia de esta manzana podrida.
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