En Europa están asustados. El Ejército Islámico (EI) ha atacado numerosos objetivos en Francia, Alemania y Turquía en las últimas semanas en su cruzada yihadista contra la civilización Occidental que ha dejado muchos muertos y cuantiosos heridos, además de pérdidas materiales incalculables, en su campaña contra aquellos países que los han enfrentado decididamente.
La ventaja perversa del terrorismo suicida, como el que practica ISIS (por sus siglas en inglés) es que resulta difícil prever sus ataques, casi imposible, y escogen blancos que tengan multitudes. Por muchos operativos que se pongan en marcha, no hay manera de saber dónde será la próxima explosión que asesine a cientos de personas.
Pero no sólo se ha concentrado EI en los sitios europeos, sino que también los países como Afganistán, Siria, Líbano, Irak y Jordania, entre otros, han sido objeto de su demencial ola de atentados, con una cantidad mayor de muertos, pero que el mundo Occidental desconoce o pasa por alto. Las víctimas de Afganistán, por ejemplo, 80 en el más reciente atentado o los cientos de muertos en Niza o Munich muestran un grupo cruel y despiadado, compuesto por dementes, que en nombre de Alá no temen sacrificar a inocentes, mujeres o niños para socavar los pilares de una civilización democrática y con tendencia a la igualdad.
Mientras los países del Medio Oriente siguen tratando mal a sus mujeres y niños en nombre de unas costumbres bárbaras, los países democráticos siguen pagando las consecuencias de esta guerra que se dirige contra los más altos valores de nuestra civilización. Ahora, los yihadistas se enfrentan a los dictadores de sus países, con la intención de instaurar repúblicas islámicas férreas, donde se multiplique la pobreza y la gente permanezca sojuzgada en nombre de un dios vengativo, que está muy lejos del que verdaderamente dibujan las escrituras del islamismo.
La idea es acabar con todo lo que no sea barbarie y mantener a sus habitantes obedientes e intolerantes, defendiendo una cultura que no está descrita así en los más grandes dogmas de la vida musulmana. Los grupos extremos torcieron la enseñanza del Corán hasta hacerlo inhumano.
Lo grave es que muchos jóvenes europeos, hijos de inmigrantes, han sido llevados a erigir la violencia como su máximo valor y engañados con un falso paraíso, y se autoinmolan defendiendo lo que no conocen a ciencia cierta. También la situación está haciendo resurgir posiciones extremas y nacionalistas en el continente, que asignan toda la culpa de sus problemas económicos a los inmigrantes. Personajes como Donald Trump en los Estados Unidos son generados por la intolerancia de ver en cada árabe a un terrorista y están haciendo resurgir un nacionalismo extremo que aísla a los países y fomenta el conflicto.
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