Editorial


El virus del Zika exige constancia

El mundo lleva varias epidemias que se han sucedido de manera cercana, unas más terroríficas que otras. Uno de los grandes sustos fue el del Ébola, que según un científico de una prestigiosa universidad de los Estados Unidos llegaría a Colombia enseguida, probablemente por Cartagena por tener tanta gente yendo y viniendo, pero afortunadamente no llegó.

El dengue es un virus que lleva ya mucho tiempo asustando y matando, sumado al del Chikungunya y ahora al del Zika, el más reciente terrorista de la salud, del que se ha dicho que podría -y recalcamos que es un “podría” disfrazado de certeza- solo mantenido a raya por el rigor científico que impide asegurar que ese virus hace lo que todo el mundo cree y dice que hace: causar la microcefalia en bebés cuyas madres embarazadas son infectadas con el virus; que causa el Guillain-Barré en una parte de sus infectados; y que también es de transmisión sexual, al menos durante un tiempo después de ser infectada una persona.

Es un recién llegado del que se saben algunas cosas: según Wikipedia, “El virus del Zika1 (ZIKV) es del género Flavivirus, de la familia Flaviviridae, grupo IV del orden sin clasificar que se transmite por la picadura de mosquitos vectores del género Aedes (aegypti). En los seres humanos produce la fiebre del Zika o enfermedad de Zika, la cual se conoce desde la década de 1950 como proveniente de la región ecuatorial que abarca de África a Asia. Su nombre proviene del bosque Zika, cerca de Entebbe (en Uganda), donde se aisló por primera vez este virus, en 1947.”

Según la misma fuente, “La distribución del Aedes aegypti es ahora la más extensa jamás registrada, prácticamente en todos los continentes, incluidas América del Norte y la periferia de Europa.”

Es decir, el zika es un mal mundial para el que aún no hay vacuna ni la habrá antes de 10 o 12 años y Cartagena está en plena zona de confort del Aedes aegypti, su vector.

¿Qué hacer?

La única posibilidad de aminorar los daños de este mosquito es evitar por todos los medios que pique a la gente, lo que se logra de diversas maneras: dañándole el hábitat que más le gusta, que es el agua limpia y estancada, incluyendo la de los floreros de la casa, la de los bebederos de perros y gatos, en las macetas, y la que hay en las llantas viejas tiradas en patios y lotes. 

La gente en los barrios populares con más mosquitos, especialmente las mujeres embarazadas, deben exponer la menor cantidad de piel, lo que obliga a usar pantalones y camisas de manga larga, opuestas a la costumbre local de los “mochos” y de andar sin camisa los hombres. Conviene poner anjeos en las ventanas y mantener las puertas cerradas.

Y sobre todo, es indispensable mantener una campaña masiva y permanente en toda la ciudad, incluyendo a todos los medios de comunicación, para enseñar a la gente a ayudarse a sí misma.

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