Hoy se cumplen en Estados Unidos las llamadas elecciones de medio mandato (“midterm elections”), en las que se renovarán el Senado y la Cámara de Representantes, se escogerán gobernadores de algunos estados y se someterán a la aprobación ciudadana algunas propuestas como el uso recreativo de la marihuana en el Distrito de Columbia, lo cual convertiría a Washington en una especie de Ámsterdam con respecto al consumo de esta droga.
El Partido Republicano está empeñado en que las elecciones de hoy sean una especie de referéndum sobre la gestión de Barack Obama, y la actitud en las últimas semanas de algunos candidatos demócratas está intentando apartar de ello el debate. El primer gran objetivo republicano es lograr mantener y ampliar las mayorías en la Cámara, que son de 233 escaños, al tiempo que consiguen también la mayoría en el Senado, que tienen los demócratas con 53 curules.
Los estadounidenses elegirán hoy a los 435 representantes a la Cámara y a 36 de los 100 senadores. Las encuestas dicen que muchos de los candidatos demócratas no serán elegidos porque hay mucho desacuerdo con los programas de gobierno de Obama.
La incapacidad para gobernar con excelencia que le atribuyen los republicanos al Presidente se centra en su manejo de la economía y la reforma sanitaria, y la forma errática y poco eficaz en que ha respondido su gobierno a desafíos como la contención del ébola y el combate al Estado Islámico.
Sin embargo las cifras económicas no pueden ser más favorables a Obama, pues desde las últimas elecciones legislativas, la tasa de desempleo disminuyó a un 5,9% y el déficit fiscal bajó al 2,9%. Además de eso, el PIB ha crecido a un ritmo sostenido. Estos indicadores no han impedido que el 64% de los ciudadanos esté insatisfecho con la situación en el país y poco más del 50% desapruebe la gestión del presidente, según el Pew Research Center.
La obtención por los republicanos de las mayorías en ambas cámaras provocará seguramente una crisis de gobernabilidad para el presidente Obama, pero de proporciones que no serán apocalípticas para la marcha de esa nación, ni perjudiciales para los países más cercanos, como Colombia.
Lo que sí podría es abrir las puertas para el triunfo de un candidato de ese partido en las elecciones presidenciales de 2016, con lo cual simplemente se mantendría la alternación de las dos principales corrientes políticas en el poder.
Lo cierto es que los candidatos demócratas no han querido que esos sean los temas de la campaña, a diferencia de los candidatos del Partido Republicano, que han hecho de ellos el principal argumento.
El Partido Demócrata se dedicó a centrar el debate en los asuntos que son de interés local en los distritos, en los que han insistido sus aspirantes a la Cámara, o en los estados, enfocando las campañas de los candidatos al Senado, como los derechos reproductivos de las mujeres o los asuntos migratorios.
Pero gane quien gane, no habrá cambios drásticos ni en el país ni en su política externa.
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