Editorial


Equívocos del Canal del Dique

Las obras del Canal del Dique están entre las más importantes para el país y para esta región, especialmente para los departamentos de Atlántico y Bolívar.
Sin embargo, sorprende la falta de conocimiento acerca de los problemas que ocasiona el Dique en cada lugar, especialmente en Cartagena y sus ecosistemas, incluyendo la bahía y las Islas del Rosario.

La ignorancia es más común de lo que parece, aun en algunas personas que deberían estar enteradas por sus cargos y educación. Y también hay algo de manipulación en algunos de los que hablan del Dique, según sus intereses particulares, y de estos hay varios.

En el sur del Atlántico, El Dique está más alto que el terreno aledaño y de ahí la inundación catastrófica causada por la rotura del terraplén en Santa Lucía, boquete largo que arrasó con ese pueblo y con las tierras de labor. Miles de hectáreas quedaron bajo agua, matando cultivos y animales domésticos y muchas personas tuvieron que buscar tierra alta con gran incomodidad e indignidad, sin mencionar la ruina de una economía rural de por sí precaria.

Cosa similar pasó en otros pueblos ribereños de Bolívar, aunque las tierras a sus alrededores siempre fueron inundables y nunca tuvieron las obras para evitar la entrada del agua, como sí las tiene el sur del Atlántico desde que se construyó allí un distrito de riego.

Cada vez que hay un foro o reunión acerca del Dique oímos hablar de “recuperar la navegabilidad”, cosa que no es el meollo del problema, a menos que uno sea dueño de las dragas convertidas en minas de oro que trabajan en Calamar y en la desembocadura del Canal en la bahía de Cartagena durante todo el año. El Dique, salvo sus bocas, no tiene problemas de navegabilidad.
También están interesados en la navegabilidad los transportadores poderosos que mueven la mayoría de la carga del Magdalena entre Barrancabermeja y la Refinería de Cartagena. El status quo es el mundo ideal de dragadores y transportadores.

Pero la solución para la bahía de Cartagena no es otro nuevo experimento parecido al de los estrechamientos del “genio” de la Universidad Nacional, sino usar estructuras de control con exclusas aledañas para evitar el transporte de sedimentos gruesos y finos -ambas- hacia la bahía y los ecosistemas aledaños.

La bahía de Cartagena tiene un delta creciente que la amenaza como puerto. Ese es el problema, además de los ambientales, que son enormes.
A los dos grupos de interés mencionados no les gustan las esclusas. Acabarían la mina de oro del dragado, por un lado, y porque añaden tiempo a la navegación y habrá que pagar por usarlas, por el otro.

Cartagena, huérfana de poder nacional, tiene que estar muy vigilante de que no le metan gato por liebre en la “solución” del Canal del Dique, que no puede estar hecha a la medida de intereses particulares poderosos, distintos a los de la ciudad y los ecosistemas de la bahía y las islas del Rosario.

Lo del Atlántico, en cambio, es sencillo y lo arregla un buen terraplén marginal.

 

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