Editorial


Espacio público en crisis

EDITORIAL

06 de julio de 2016 12:00 AM

El abuso del espacio público en Cartagena pocas veces se había percibido tan grave como ahora, con una intensificación de vendedores ambulantes y estacionarios que funcionan a sus anchas en toda la ciudad.

Es más grave este flagelo en el Centro Histórico por ser la caja registradora del turismo cartagenero, y por lo mismo fuente principal directa e indirecta del empleo formal.

Sin este enclave colonial Cartagena no sería nada en turismo, ya que sus playas son mediocres por el color gris de su arena debido al aporte de sedimentos del río Magdalena, como es bien sabido. La riqueza monumental es entonces el imán que atrae a nuestros visitantes y que por lo mismo debemos mantener impecable si queremos que siga siendo la gallina de los huevos de oro.

Lamentablemente, ocurre todo lo contrario porque hay una explosión de informalidad consentida por la falta de persistencia de la autoridad para mantener las áreas despejadas.

Es común ver ventas de comida manejadas desde carritos que al mismo tiempo llevan bancos y sillas que son desplegados en cualquier calzada para la clientela de estos negocios que afean la ciudad y que si no se recogen, espantarán al turismo que más le conviene a la ciudad, que es el que más gasta y menos la desgasta. Es decir, un turismo pudiente que hace que la actividad y la ciudad misma sea más sustentable. También hay sesiones de peluquería en sillas puestas en la calle, algo nunca visto en estos lugares.

Las motocicletas, que no deberían entrar al Centro, paradójicamente también se están tomando áreas del lugar para parqueo, ya no solo frente al Parque de la Marina, sino dentro del recinto amurallado, frente al claustro de San Pedro Claver entre el Museo de Arte Moderno y a la ferretería Menazas.

La calle de la Ronda es ya una verdadera cloaca en la que no disimulan la toma descarada del espacio público con toda clase de carpas y carritos para vender distintos objetos, además de ser un orinal público.

Una gran compañía de gaseosas parece patrocinar a muchos de estos carritos, ya que están pintados con su logo y llevan sillas plásticas, también rojas, para complementar su mobiliario invasor de calles y aceras. Además de vender la mencionada gaseosa, venden cerveza en lata y se arman corrillos de tomadores en cualquier lugar con sillas sobre la calle. Todo lo anterior se le suma a las aceras invadidas con toda clase de artículos de distinta naturaleza para la venta, especialmente artesanías.

¿En el Distrito hay alguien interesado en hacer cumplir las normas de espacio público? En vista de la degradación acelerada del Centro, no parece que la respuesta fuera afirmativa. Mientras tanto el sector amurallado es una incubadora de “confianzas legítimas” consentidas y multitudinarias, las que deberían asimilarse a un delito contra el erario. 

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