Editorial


Espacio público, siempre amenazado

En muchos países el espacio público es considerado casi sagrado por sus habitantes, quienes lo respetan y cuidan, y utilizarlo bien es innato porque es el ejemplo recibido de los mayores por los menores, así que nunca hay duda de que por ser público y de todos, es aún más importante que la propiedad privada. En estas sociedades a nadie se le ocurre usurparlo ni abusarlo de ninguna manera.

En Cartagena estamos muy lejos de esta actitud y como todos sabemos, el espacio público es tierra de nadie, y con demasiada frecuencia, es del más avivato. 

Usualmente la invasión más visible del espacio público la hacen personas necesitadas que venden desde comidas populares de poco precio, hasta sombreros, pulseras y artículos diversos que exhiben en los andenes, por ejemplo, de el Centro.

En Bazurto es toda una odisea mantener despejado el carril del ‘solobus’, el más cercano a las instalaciones del mercado de ese nombre, ya que a pesar de los operativos de Espacio Público, que luego no garantiza la Policía, la gente lo reinvade, así que hasta ahora las victorias allí han sido pírricas.

También es notoria en el área de Bazurto la invasión de las aceras con chazas de distintas mercancías, de manera que los peatones tienen que usar lo que queda libre de las calles para cruzar, y además, de la mano de unos  suplantadores de la autoridad, como son los ‘paleteros’, quienes se lanzan contra el tráfico en cualquier parte con sus clientes, y con más cara de autoridad que la que tienen los propios policías, cuando se logran ver por allí.

Pero quizá ninguna invasión del espacio público es más chocante que la que patrocinan los negocios formales contiguos a las aceras, quienes las usan para exhibir sus mercancías, especialmente los colchones y nadie puede cruzar a pie por allí sin tener la necesidad de tirarse a la calle. Es un descaro absoluto que debería tener consecuencias muy serias, especialmente pecuniarias, como por ejemplo, perder la mercancía sin derecho a pataleo.

Si eso sucediera, es poco probable que siguieran con este comportamiento ilegal y alevoso, y entonces no se necesitaría tener un agente de policía para cuidar cada almacén, sino que las aceras ya se cuidarían solas. Mientras apoderarse del espacio público no tenga consecuencias severas para todos, especialmente económicas, sin importar el estrato socioeconómico del infractor, todo seguirá igual y habrá respeto solo mientras la policía esté allí de tiempo completo.

Ojalá que el Código de Policía sea aplicado a fondo, y que para este caso tenga los dientes que tiene para controlar otras infracciones, como el ruido.

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