Editorial


Espacio público y desempleo

La invasión del espacio público en Cartagena es alarmante porque atraviesa todos los estratos sociales. Hay la concepción de que como lo público es colectivo, cualquiera puede hacer allí lo que se le antoje, en vez de ser lo contrario. Precisamente porque es de todos, es sagrado y cada ciudadano debería cuidarlo celosamente. Nadie puede ocupar ni ensuciar lo que es de otro, y en este caso, pertenece a muchos miles de personas.
Un síntoma de esta tara social es que en ciertos barrios, la gente barre de adentro hacia afuera y las calles son un muladar, aunque las casas suelen estar impecablemente limpias. En esos lugares, a los patios tampoco les va muy bien y muchos son basureros, en parte porque no hay un buen servicio de recolección de basuras. Y la mayoría de la gente tiene ya el hábito, casi un reflejo pavloviano, de arrojar cualquier papelito o empaque, grande o pequeño, a la calle. Lo hace con la mayor naturalidad.

El Estado tiene buena parte de la culpa porque históricamente ha abandonado sus pertenencias. Y mientras más pobre y remoto el barrio, peor es el abandono institucional.

Y no es solo dejadez, sino complicidad politiquera desde tiempos remotos. El alcalde de turno solía otorgar permisos a los amigos de sus amigos políticos, así que el Estado no solo era indiferente, sino cómplice del mal uso del espacio público. No es sino ver la porquería en que está convertida la ciudad por los afiches y pintura de paredes y espacios públicos de las campañas políticas, y sus autores son quienes aspiran a liderarnos. ¡Qué mal ejemplo!

Debería haber lugares públicos provistos por el Distrito en varios sitios de alta circulación para que todos los políticos pongan su publicidad de manera gratuita y ordenada, y una prohibición absoluta de lo que ocurre ahora, pero con verdadera voluntad de evitarlo, y no la complicidad omisiva que predomina.

La invasión del espacio público por vendedores ambulantes y estacionarios es entonces parte de ese paradigma colectivo malsano, y también de la falta de autoridad, pero no es solo eso, es también consecuencia del desempleo. Eso es inocultable y muchos comerciantes formales se aprovechan para surtir con mercancías a los informales, sin tener ningún escrúpulo al hacerlo.
Cartagena tiene que preocuparse por incrementar el empleo formal de calidad porque no se dará espontáneamente. Hay muchos esfuerzos dispersos en el sector público y privado, con una multiplicidad de ONG dedicadas a la labor social que deberían ser inventariadas y redireccionadas, pero no bastan ni tampoco están articuladas.

Ambos sectores, privado y público, tienen que juntar cabezas y trazar una estrategia que incluya educación pertinente para adultos y para jóvenes, para poder aprovechar la demanda de bienes y servicios que debe crear un sector industrial y portuario en auge.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS