Editorial


Estrategias creativas contra el crimen

Hace cinco años, en Cartagena ocurría un crimen cada semana, unas veces en la modalidad de sicariato, otra en atracos o en riñas y peleas entre pandillas. De un año hacia acá, hay por lo menos un homicidio a diario, y las víctimas pueden ser personas vinculadas o que negocian con el bajo mundo, que caminan desprevenidas, bailan sin afanes, juegan cartas en una tienda, o están sentadas a la puerta de su casa, y unos segundos después una o varias balas, o un puñal, le ponen término a su vida.

Si examinamos cuidadosamente los crímenes cometidos en los últimos dos años, un 90 por ciento tiene rasgos similares: se usa una pistola 9 milímetros y los homicidas llegan y huyen en moto.

En los últimos dos años también se han intensificado los operativos y retenes de control que realiza la policía dirigidos especialmente contra los motoristas que se movilizan con parrilleros.

A juzgar por el aumento de la frecuencia de los crímenes, tales operativos no están sirviendo en absoluto para reducir el número de homicidios, ni los controles al porte de armas.

Los retenes para comprobar documentos y realizar requisas a los motociclistas y a sus acompañantes se realizan prácticamente a diario, en diferentes horas y en distintos sitios, de manera que podría argumentarse que hay tal cantidad de estos vehículos que los retenes no son suficientes para impedir que se cuelen los criminales dentro de la generalidad de los motociclistas.

El control al porte de armas se ha limitado aparentemente a reactivar la prohibición cada vez que hay algún evento en la ciudad y como resultado se realizan decomisos de vez en cuando, como registran los boletines de la Policía, pero solo logran despojar a quien legítimamente las posee para defenderse y tiene sus permisos en regla de un mecanismo contra los delincuentes, y para remate, no hay un combate frontal, o por lo menos no está resultando eficaz contra el tráfico de armas, una de cuyas modalidades es el alquiler.

Lo cierto es que ese tráfico es muy grande y constante para superar el número de armas incautadas.

Tampoco en los reportes de fallos judiciales se ven condenas contra quienes venden o alquilan armas.

Otro escenario para al crimen, los prestadiarios y la extorsión,deberían ser combatidos no es su componente homicida, pues son delitos graves en sí mismos.

Dado que tampoco se ven condenas contra los usureros aunque todos saben que abundan en la ciudad, es válido pensar no existe control a la actividad doblemente ilegal de los prestamistas, por ejercer funciones sólo permitidas al sector financiero y que usan métodos criminales de cobro.

Está plenamente comprobado que los operativos y la acción represiva y preventiva de la Policía no bastan para frenar el crimen, ni siquiera si se contara con muchas veces más el número actual de efectivos.

Preocupa que pase el tiempo, aumente la frecuencia de los crímenes y no se vean otras acciones más creativas contra el crimen.

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