En el tránsito vehicular de la ciudad y sus alrededores ocurren cosas buenas y otras que no lo son tanto. El Universal siempre ha apoyado el uso de cámaras para controlar las infracciones en los semáforos y también los excesos de velocidad. Sin embargo, hay actuaciones que despiertan dudas.
En las carreteras, la Policía utiliza puestos móviles para controlar la velocidad mediante “pistolas” de rayos láser y determinan a cuántos kilómetros por hora anda un vehículo en ese momento. Sin embargo, no siempre le muestran al infractor lo que dice la pistola y si lo hacen, no le pueden probar que la velocidad en la pantalla era la de su carro y no la de otro. A ese procedimiento le falta explicación al público para generar más confianza porque no le cabe tanta discrecionalidad.
Hace pocos días un ciudadano enardecido informó a El Universal cómo a su juicio las autoridades de Arjona no sólo montaron una cámara para controlar la velocidad en el paso por la Troncal de Occidente frente a ese municipio, sino que habían instalado señales medio ocultas indicando un máximo de 40 km por hora para atrapar incautos que obedecían a un primer aviso que dice 60 km por hora. Algunas personas informaron al periódico que habían sido multadas varias veces por una infracción que no sabían que estaban cometiendo en dicho sector porque no vieron las señales pertinentes.
Luego las autoridades cambiaron de lugar los avisos engañosos en Arjona, pero no sabemos si eximirán a los sancionados que violaron las normas de buena fe, como deberían hacerlo.
Y sería bueno también aclarar a qué entidad van a parar los recaudos por multas en los distintos lugares donde hay cámaras fijas o donde la Policía usa pistolas láser para controlar la velocidad. ¿Se quedan en la ciudad y departamento, o también van a dar a Bogotá?
En el caso de Arjona, sus autoridades le dijeron a El Universal que sus agentes de tránsito controlan las vías, pero no tienen nada que ver con las cámaras y las fotomultas que, según ellos, corresponden a una concesión particular.
Convendría que las autoridades de carretera fueran más previsivas, especialmente cuando son obvias las anomalías que se vuelven permanentes y difíciles de erradicar.
Es el caso de la intersección entre el Anillo Vial y la Troncal de Occidente, en donde ya hay una terminal de transporte informal con todos los “servicios”: quioscos que sirven comida y refrescos, taxis y mototaxis.
Ahora que se construye la segunda calzada valdría la pena incluir un CAI que controle el transbordo informal, peligroso y prohibido que se da allí, y a la vez se construyan los espacios necesarios para dejar y recoger pasajeros si se considera viable bajo el punto de vista de la planificación de la circulación vehicular, y si no lo es, erradicar la montonera que ya es un trancón permanente en una arteria de gran importancia.
No puede ser que para unas cosas, como las fotomultas, las autoridades sean diligentes, pero para otras sean tan permisivas.
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