Editorial


Gana el No y se barajan las opciones

Aunque por un margen estrecho, ganó ayer el No en el plebiscito, una gran sorpresa porque había la sensación de que era imposible derrotar el Sí estando el Gobierno y sus políticos empujándolo desde una posición dominante y abusiva. No hay que olvidar que el “No” fue contra algunos puntos de los acuerdos entre el Gobierno y las Farc negociados en La Habana, y no contra la paz con ese grupo guerrillero, ni contra la paz en general.  

La opción para los defensores del acuerdo de paz es un camino incierto, pues la guerrilla dijo no estar dispuesta a modificar lo acordado en La Habana y habrá que ver las posibilidades reales de renegociar algunos puntos, con madurez y a la altura del momento, o esperar que un nuevo Gobierno negocie de nuevo y se establezcan otras pautas para retomar la paz por un camino distinto.

Por lo pronto el presidente Santos reconoció ayer la derrota del Sí, se declaró presidente del los colombianos que votaron por el No y por el Sí, y prometió convocar “mañana mismo” (hoy) a todas las fuerzas políticas del país, especialmente a los opositores al acuerdo entre el Gobierno y las Farc, para buscar nuevos caminos. Mientras tanto, dijo que sus negociadores irían enseguida a La Habana para mantener informadas a las Farc.

Era obvio que los colombianos que defendían los acuerdos se comportaron como si ya tuvieran todo ganado y además, este plebiscito era también una medida de la popularidad del presidente Santos, que está baja en todas las encuestas. Los del Sí también subestimaron el rechazo a veces virulento que hay en Colombia contra las Farc. Los colombianos votaron en contra de un grupo alzado en armas que le ha causado tanto martirio al pueblo a través de los secuestros, el reclutamiento forzado de menores y mayores, las masacres y los ataques a municipios, que han dejado una estela de muerte y destrucción.

La gente votó mayoritariamente por el No porque las Farc esperaron a último momento para pedir perdón -o a ofrecerlo, que no es lo mismo- a las víctimas de sus acciones, dejando ver una soberbia que el pueblo raso no estaba dispuesto a tolerar.

También influyó en el resultado que la mayoría de los colombianos vive en las ciudades y no percibe este asunto como un conflicto sino como una agresión en nombre supuestamente de los menos favorecidos, y nadie siente que autorizó a un grupo armado para que lo represente.

Es necesario que las Farc cumplan con lo que se comprometieron en La Habana, para que construyan confianza entre los colombianos, pueblo que demostró en las urnas que no se puede jugar con él. Lo peor que podrían hacer los alzados en armas sería reanudar la violencia.

La paz en Colombia no debe ser una concesión de nadie, sino un triunfo de la ley y el orden. Ese fue el mensaje que, en resumen, dieron los colombianos ayer.

Jaime Castro dijo ayer que era necesario nacionalizar el proceso de paz para volverlo una política de Estado y ese parece ser el reto del presidente Santos, y a la vez, el compromiso que asumió ayer, aunque con otras palabras. Solo así se podría bajar la polarización de Colombia demostrada por la votación de ayer.
 

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