Editorial


Higueretal, inundación anunciada

En Higueretal, un pueblo al borde del canal del Dique bolivarense en jurisdicción de San Cristóbal, el Fondo Adaptación propone hacer un jarillón para librar al pueblo de la inundación, pero este se opone porque dice temer que las futuras crecientes acaben con el jarillón y el material de este termine dentro de la ciénaga de Tupe, sedimentándola.

El pueblo vive de pescar en ella y de ahí se supone que nace su oposición de acuerdo a lo que expresan algunos de sus voceros. Pretenden que la ciénaga sea dragada y que ese material sea usado para el jarillón. Las obras para defender a Higueretal cuestan 14 mil millones de pesos y constan, según el Fondo Adaptación, de “un jarillón de 3 metros de altura y 1.760 metros de longitud bordeando el casco urbano, protegido con enrocado y pastos; adicionalmente 26 alcantarillas que permiten el drenaje de las aguas lluvias hacia la ciénaga e impiden que entre al centro poblado”.

Las obras están diseñadas para que el pueblo no se inunde y que a la vez las aguas de las crecientes entren libremente al sistema lagunar de Tupe, garantizando la salud de este ecosistema y por ahí derecho la pesca practicada por los habitantes de Higueretal.

Una vez construidos este y los demás jarillones de protección de otros pueblos, además de las esclusas en Calamar, le dijo Iván Mustafá a El Universal ayer, habrá entrada de agua técnicamente controlada y sin riesgo a todos los cuerpos de agua aledaños al canal del Dique. Será el mundo ideal, porque los pueblos estarán a salvo y las ciénagas tendrán siempre el agua que necesitan para ser ecológicamente productivas, lo que incluye tener buena pesca.

En algunas situaciones con algún parecido a este caso las comunidades se oponen a los jarillones porque les impiden llegar hasta sus casas o muy cerca a ellas en sus canoas, las que tienen que ser cargadas de un lado a otro sobre el jarillón para entrar y salir del sistema. Esto es especialmente engorroso en los veranos cuando baja el nivel del Dique y de sus sistemas lagunares y se agranda la distancia y el esfuerzo para subir y bajar las embarcaciones de un lado a otro en la mañana cuando van a pescar, y en la tarde cuando retornan.

Pero nada de lo anterior justifica esta oposición a las obras, ni el destino de los 14 mil millones para hacerlas puede ser cambiado por los caprichos de algunas personas. El director del Fondo, Iván Mustafá, advierte que ya se reunieron cinco veces con la comunidad para explicarle la naturaleza de los trabajos y esta se niega a permitirlos, por lo que la responsabiliza por cualquier tragedia que ocurra allí durante un invierno fuerte.

Es obvio que hay algo de fondo que no está claro de esta oposición enconada porque es imposible que esta comunidad se quiera inundar, y a la vez, es difícil creer que su intuición y conocimiento cotidiano del lugar y de su comportamiento en invierno y verano, sean más eficaces que la ingeniería de los consultores holandeses y nacionales. Esperamos que en Higueretal recuperen la cordura y el sentido común para evitar una inundación anunciada.

Las obras están diseñadas para garantizar que el pueblo no se inunde y que a la vez las aguas de las crecientes entren libremente al sistema lagunar de Tupe (...)

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