Editorial


Islas del Rosario abandonadas

EL UNIVERSAL

24 de agosto de 2013 12:00 AM

Martha Lucía Noguera, presidente de Cotelco en Cartagena, le dijo antier al ministro de Comercio, Industria y Turismo, Sergio Díaz-Granados, que al sector turístico local le preocupaba el deterioro de las Islas del Rosario y se refirió concretamente a las casas abandonadas en ese archipiélago.
La única manera de que los arrendatarios de las casas en las islas las arreglen, salvo algunas excepciones notables, es que el Estado les garantice concesiones a mucho más largo plazo. Como están ahora, a 8 años y con graves incertidumbres jurídicas,  pronto en las islas se podrá hacer el tour de las casas “embrujadas” por las telarañas, el comején y los murciélagos.
Julia Miranda, directora de Parques Nacionales, recalcó que el Parque Natural Nacional Corales del Rosario y San Bernardo es submarino y apenas dos islas dependen de su institución, y las demás están a cargo del Incoder. Es cierto, pero es también el caso típico del juego de ping-pong entre las entidades del Estado.
No asistimos al evento, así que no sabemos si la doctora Julia Miranda les dijo a los asistentes que las islas del Rosario son el único parque natural que produce un superávit y que el dinero se lo llevan de aquí para mantener vivo al sistema nacional. No será ilegal porque el centralismo se encarga de tomar siempre la ventaja ante la periferia, pero sí es escandaloso que no se reinvierta en las islas del Rosario lo que estas producen.
La directora de Cotelco en Cartagena no es buzo, así que se le perdona no saber y no reclamar también que el problema no es solo de las casas, sino que es literalmente, de fondo.
Más del 80% de los corales -los que cuida la Dra. Miranda-, están muertos por dos fenómenos principales: los sedimentos del Canal del Dique, brazo del Magdalena, que nace en el Páramo de las Papas, y que es la cloaca de los colombianos que cae al Mar Caribe, incluidos sus corales en el Rosario; y por el fenómeno del blanqueamiento coralino, ocasionado por la mayor temperatura del mar dado el calentamiento global.
La calidad turística de las islas no solo decae porque muchas de sus casas se caen a pedazos, ni porque vastas zonas de corales murieron y hay un cementerio submarino, sino porque el acoso de los vendedores ambulantes acuáticos es tanto o más agobiante que el que sufren los turistas en las calles de Cartagena. Ningún bañista en las islas tiene paz, ya que es acosado por tierra y por agua.
Las islas necesitan un plan integral para defenderlas del oleaje porque la muerte del coral que la circunda no es solo una tragedia ecológica, sino que permite que el mar, cuyo nivel medio asciende anualmente, se estrelle contras las islas sin que los pocos arrecifes coralinos que quedan vivos puedan ya protegerlas. La erosión es el otro enemigo poderoso y nada hace el Estado al respecto.
Pero de todas las plagas de las islas, quizá la peor es la burocracia centralista que las “administra” desde el altiplano. Ni siquiera los buenos funcionarios, que los hay, pueden hacer lo suyo ante la paquidermia sin vergüenza del sistema.

 

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