El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, se ganó ayer el Premio Nobel de la Paz, otorgado por el Comité Noruego de este evento, “por sus decididos esfuerzos para acabar con los más de 50 años de guerra civil en el país, una guerra que ha costado la vida de al menos 220.000 colombianos y desplazado a cerca de seis millones de personas”.
El Comité determinó que a pesar de que el No ganara el plebiscito, Santos acercó “de forma significativa hacia una solución pacífica el sangriento conflicto” y negociar con las Farc fue un “proceso histórico de reconciliación nacional”. Además, el Comité opinó que el premio es un apoyo a Santos por propiciar un diálogo hasta con los líderes visibles del No “para que el proceso de paz no muera tras el fracaso en el referendo”.
La reacción proactiva de Santos ante el No ganador en el plebiscito del domingo pasado reforzó la decisión de los noruegos de otorgarle el premio al colombiano entre 376 nominaciones a 228 individuos y a 148 entidades. Mírese como se le mire, la competencia estuvo nutrida y ganarla es un logro importantísimo para el presidente y para el país.
Santos, por su parte, dijo: “Recibo esta distinción, no a nombre mío, sino a nombre de todos los colombianos, en especial de los millones de víctimas que ha dejado este conflicto que hemos sufrido a lo largo de más de 50 años. Colombianos, este premio es de ustedes”.
Los promotores del No también se expresaron, sobresaliendo la opinión del senador y expresidente Uribe, quien envió un mensaje de Twitter así: “Felicito el Nobel para el presidente Santos, deseo que conduzca a cambiar acuerdos dañinos para la democracia”.
Ahora solo falta que los líderes del Sí, del No y las Farc se pongan de acuerdo en modificar los acuerdos para que no le sean impuestos tal como están a buena parte del país, sino que resulten de un consenso lo más pronto posible.
Como se ha dicho hasta la saciedad, la diferencia de votos entre el Sí y el No es casi insignificante, pero además de haber ganado el No con las reglas puestas por el presidente, marca una división importante en el país. Aunque hay líderes visibles del No, no se les puede atribuir a estos toda la motivación de votar por el No, como no se le puede atribuir todo el Sí a la asimetría del músculo gubernamental apoyándolo.
Lo importante ahora es dejar las desavenencias atrás para lograr unos nuevos acuerdos de manera rápida que satisfagan al Sí, al No y a las Farc, y que unan al país.
También se requiere acción pronta y profunda para determinar por qué en Colombia hay tanta abstención y cómo convencer a los indiferentes a votar, no con estímulos superficiales ni eslóganes tontos, sino con razones de fondo. Pero para prescribir las medicinas hay que conocer la enfermedad, y esa tarea es urgente.
Deseamos que el Premio Nobel del presidente Santos ayude a zanjar las diferencias entre los colombianos para llegar a la paz justa y pronta que todo el país desea.
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