Editorial


La amenaza al turismo en Cartagena

La Sociedad Portuaria Regional de Cartagena (SPRC) anunció que durante la Semana Santa llegarán a su puerto 29.000 turistas en once cruceros y que “irrigarán $2,9 millones de dólares, equivalentes a $8.200 millones de pesos en divisas. Habrá tres recaladas simultáneas y un volumen de viajeros que podría ocupar 90 aviones Airbus A330”.

Esta clase de estadísticas eran inimaginables hace algunos años y la ciudad a duras penas recibía un turismo a cuentagotas y bastante espaciado, y ya nos hemos acostumbrado a que crece de manera exponencial año tras año. Los guarismos de crecimiento de visitantes por el aeropuerto de Cartagena también son de progresión geométrica, incluyendo los del turismo extranjero, y unos y otros vienen a conocer el Centro Histórico. No vienen a bañarse en nuestras playas grises con arenas del río Magdalena, ni vienen a hacer negocios, ni a conocer nuestra flora y fauna, ni a catar nuestra gastronomía, aunque todos los anteriores son activos que si bien son de poco valor individual, complementan el destino histórico, que es el imán de Cartagena de Indias, y lo fortalecen.

Es inaplazable, sin embargo, fortalecer otros atractivos también históricos que tenemos descuidados y sin desarrollar, como por ejemplo, el fuerte del Ángel San Rafael, en la cima del cerro del Horno, en Bocachica, o la ruta de los hornos de cal, en Tierrabomba y en la isla de Barú. Cualquier ciudad se sentiría privilegiada con tener apenas el fuerte del Ángel San Rafael, con su túnel de 600 metros hasta la línea de manglares y su posición privilegiada en altura con respecto a su contorno, el valiosísimo fuerte de San Fernando en Bocachica.

Lamentablemente, el Ángel está abandonado y las visitas al San Fernando y al San José no son tan memorables como deberían serlo, situación similar a la del propio Centro Histórico por su gran y creciente desgreño.

Y si la invasión multiestrato del espacio público, la toma de los parques por habitantes de la calle, el acoso de los vendedores ambulantes y estacionarios, las fosas de las alcantarillas sin tapas, las basuras y olores a orines, no bastaran para espantar a la gente y para comenzar a generar comentarios negativos acerca de la ciudad en las redes sociales, ahora un joven belga de 24 años fue atracado en plenas goteras del fuerte de San Felipe, con serias lesiones personales, incluida la rotura de la pelvis además de algunas puñaladas, hecho que por supuesto, ya apareció en el principal periódico de ese país, acompañado por una foto del Centro Histórico. ¿Y las cámaras de seguridad tan cacareadas?

No entendemos cómo todas estas señales de peligro para el destino y para los miles de empleos formales que crea, no han alarmado suficientemente a las autoridades como para tomar acciones inmediatas y contundentes para frenar este deterioro galopante de su principal activo, más allá de dar declaraciones inocuas.

 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS