Editorial


La campaña “Soy Capaz”

La paz del país sería un logro enorme para los colombianos, aunque nos referimos marginalmente al proceso de La Habana, apenas una pequeña parte de pacificar a Colombia, que incluye cómo nos relacionamos el uno con el otro, y en el caso de Cartagena, seguramente tendría que enfrentar el síndrome caníbal del balde de cangrejos, tan comentado por los habitantes de la ciudad.

Acaba de nacer una campaña por la paz que se llama Soy Capaz, que durará 30 días, es liderada por la ANDI y comenzará mañana. La campaña tiene los insumos de Alejandro Eder, quien es director de la Agencia Colombiana para la Reintegración.

Participan inicialmente las 120 empresas principales del país para “Inspirar con su ejemplo a 46 millones de colombianos”, según dice un comunicado de los organizadores. Más de 180 marcas tendrán empaques blancos y cada uno tendrá su propio slogan a partir del lema común Soy Capaz: “Soy capaz de creer, Soy capaz de escuchar a los demás, Soy capaz de conectarme contigo, entre muchas otras”.

En la campaña distintos equipos de fútbol, especialmente aquellos con rivalidades enconadas, jugarán con las camisetas intercambiadas. Los periodistas más famosos de la TV y la radio transmitirán desde las cabinas y estudios de los competidores, y en general, se tratará de interactuar con los contrarios para intentar que los colombianos aprendamos a convivir mejor.

Hace poco dijimos aquí que el concepto de la paz había sido secuestrado por la política al convertirse en el lema de campaña del entonces candidato y hoy reelecto presidente Santos por las conversaciones de su gobierno con las Farc en La Habana, y en el factor principal de sus opositores para atacarlo políticamente.

Hoy decir la palabra paz en Colombia de inmediato trae a la mente lo anterior, anulando el significado que debería tener para los colombianos que a diario vemos violencia por cualquier cosa: asesinatos, parricidios, sicariatos, atracos, fleteo, matoneo escolar, paseos millonarios, maltrato infantil, violencia conyugal y un largo etcétera de intolerancia que afecta a toda la población directa o indirectamente.

Hay la esperanza de que como la campaña la dirige el sector privado y no el Gobierno, podría ser efectiva y adoptada por quienes deberían ser los dueños y beneficiarios de la paz en el país, sus ciudadanos de todos los estratos y regiones. Es un hecho notable que la gente cree que la inseguridad aumentó en Colombia (en algunos sitios parecen tener razón) y por desgracia esa sensación, al multiplicarse, tiene el efecto de asustar a la gente y crear las condiciones sicológicas propicias para que actúe la delincuencia a sus anchas.

Ojalá que esta campaña tenga éxito para comenzar a concientizar a los colombianos de que entre todos tenemos que bajarle el voltaje a la violencia y ojalá que no se limite a la Bogotá urbana, y que no siendo así, tampoco sea insignificante en las regiones del país, que en verdad son las más afectadas con las distintas formas de este flagelo.

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