Editorial


La cultura del transporte público

Cartagena se volvió una ciudad grande atrapada en la cultura de un villorrio. Esto se nota en muchos comportamientos inadecuados, a veces debidos a la pobreza y a la mala educación, y otras a paradigmas que tienen que cambiarse desde las escuelas públicas y privadas.

En pleno 2015 vemos vehículos de tracción animal revueltos en la vía con automóviles, buses, camiones y demás automotores. El Distrito empezó un buen plan para remplazar estos transportes arcaicos y peligrosos por triciclos motorizados con una plataforma para carga, pero aún falta mucho y el próximo alcalde debería continuar con este programa.

Otra contravención común es la de muchos ciclistas, que creen que por tener que pedalear en un clima cálido están exentos de obedecer las reglas de tránsito para acortar camino y se dan permiso a sí mismos para andar en contravía, obedeciendo a una especie de subcultura que creen legítima por sus propias razones e intereses.

Y si las ramas de algún árbol dan sombra a la vía cercana a un semáforo, muchos conductores de autos y motos pararán allí, sin importarles que deberían avanzar para llenar la vía y permitir el paso de quienes vienen detrás, pero estas gentes también tienen sus propios paradigmas que sienten legítimos, y también se autorizan a sí mismos a violar las normas, el sentido común y la consideración por los demás.

Ahora tenemos grupos de vándalos que creen que apedreando a los buses de Transcaribe atajarán el progreso de las gentes de Cartagena, especialmente de aquellas que no tienen carro propio pero sí el derecho a un transporte decente como este. Estos desadaptados deben ser tratados con severidad, pero también reeducados o capacitados por el Distrito.
Transcaribe requerirá un ajuste general de muchos paradigmas de grupos que no se han dado cuenta de que Cartagena dejó de ser una aldea para convertirse en una ciudad grande y compleja.

Para que el tráfico fluya en cualquier arteria, esta no puede ser atravesada en muchas partes, sino en pocas intersecciones amplias y organizadas.

Transcaribe obligará a adoptar la cultura de una ciudad grande, que favorece a la comunidad sobre los individuos, en donde no se puede tomar o dejar el bus en cualquier parte como antes, sino en sus paraderos. Obligará a los usuarios a caminar ciertos tramos y esto molestará a mucha gente, que a pesar de no querer trancones, los arman con su comportamiento como conductores o como peatones.

Este sistema de transporte masivo permitirá a mucha gente dejar el carro en la casa y evitarse el lío de conseguir dónde aparcar en ciertos sitios de la ciudad, en donde nadie le responde de verdad por su auto.

Tampoco hay que desestimar un argumento de Enrique Peñalosa: el transporte masivo democratiza y une la ciudad, y aquí nos faltan ambas cosas.

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