Editorial


La Vía del Mar y sus límites

La Vía del Mar no tiene curvas demasiado pronunciadas, no es demasiado angosta ni tiene demasiado tráfico y siempre está bien mantenida, sin embargo, en ella ocurren demasiados accidentes.

El más reciente sucedió antenoche en los puentes después de La Boquilla, yendo hacia el norte, involucrando a dos automóviles y una motocicleta.

Este sector de la Vía del Mar, que no construyó el consorcio que la opera hoy, merece un capítulo aparte, ya que es una de las vergüenzas de la ingeniería colombiana, siendo los puentes más antitécnicos y antiestéticos en Cartagena y quizá del país. Fueron construidos bajo responsabilidad del entonces Ministerio de Obras Públicas, hoy de Transporte, y desde nuevos se asentaron sus aproximaciones de manera que los autos saltan y golpean al entrar y salir de cada puente.

A través de los años se les han hecho arreglos insignificantes, pequeños paliativos, cuando necesitan obras de fondo. Es un insulto a la ciudad que una de sus dos vías principales de entrada tenga esta pista de obstáculos, que de milagro no causa más accidentes.

El sábado en la noche hubo uno en el kilómetro 37, en plena Vía del Mar y lejos de los puentes antes mencionados, donde murieron dos chilenos, un barranquillero y otras doce personas salieron heridas. Las estadísticas de accidentes, muertos y heridos es extensa desde que se inauguró esta vía, mal llamada “al Mar”, cuando solo lo es entre Barranquilla y Puerto Colombia.

La vía tiene buenas especificaciones y permite andar con seguridad a más  de los 90 kilómetros por hora determinados como límite, pero la mayoría de los accidentes son atribuidos por las autoridades a exceso de velocidad.
Es curioso que las autoridades no examinen con más profundidad el concepto del límite de velocidad, porque una de las causas grandes para los accidentes comienzan no por ir demasiado rápido, sino porque hay vehículos que van demasiado despacio donde deberían ir al límite máximo permitido o cerca de este.

Cuando el tráfico se ve detenido por una de estas tortugas, los demás conductores se desesperan por sobrepasarlos para reasumir una velocidad adecuada para llegar a su destino, usualmente Barranquilla, y es ahí cuando hay mucho peligro al intentar el sobrepaso con gran aceleración en lugares no aptos para hacerlo.

Las vías en Colombia deberían tener también unas velocidades mínimas obligatorias por debajo de las cuales no se pueda andar, y no solo las máximas. Así ocurre en las autopistas del “primer” mundo porque una vía es eficiente no cuando se “vuela” en ella, sino cuando se puede mantener una velocidad constante, cosa imposible con el desorden de velocidades en la Vía del Mar por cuenta de autos viejos y demasiado lentos, buses y busetas recogiendo pasajeros y camiones destartalados andando a muy poca velocidad.

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