Editorial


La esperanza de Tacamocho

Hace ocho años, los habitantes de Tacamocho, en Córdoba Tetón, denunciaron la acelerada erosión que sufría el territorio, a orillas del río Magdalena, y los medios retrataron año a año el avance de este fenómeno, que ninguna autoridad ha podido frenar.

El 5 de mayo pasado, el Tribunal Administrativo de Bolívar ordenó, en un fallo de segunda instancia, a la Alcaldía de Córdoba, la Gobernación de Bolívar y al Fondo Adaptación -vinculando otras entidades nacionales-, reubicar los habitantes de Tacamocho a un lugar seguro, pero apenas definieron la fecha para la visita de las autoridades al territorio, para el jueves 5 de julio.

La de Tacamocho es una emergencia humanitaria que ha quebrado el tejido social de sus habitantes.

Hace un mes, cuando el río se llevó la torre de la iglesia, la Alcaldía de Córdoba anunció el traslado de 125 familias a la población de Tacamochito; otros se han ido voluntariamente, pero más de 500 familias siguen esperando que alguien los salve, o por lo menos que les devuelva lo que el río inevitablemente se llevará.

La naturaleza está llevándose el territorio que durante años fue el hogar de estas familias y los gobiernos que han pasado, le facilitaron el trabajo.

Según el gobernador Dumek Turbay, hay estudios que demuestran que hace muchos años se sabía que esa era la ruta original del río Magdalena y que recuperaría su cauce, por lo que la mejor opción era reubicar la población, pero los costos de trasladarla excedieron la capacidad del municipio y de la Gobernación, por lo que convocaron a las autoridades nacionales para crear una hoja de ruta que lo resuelva. Con el cambio de presidente, la espera puede extenderse mucho más.

Entre mayo y junio, el río pasó de llevarse 190 casas, a 200 y contando; la semana pasada, se fueron al río otras 13 y de aquí al jueves pueden caerse muchas más.

Todas las casas se caerán y los tacamocheros lo saben; cuando cuentan menos de 15 metros entre sus hogares y el río, quitan las ventanas, las puertas, las láminas del techo, abandonan sus hogares y piden alojarse en la casa de algún familiar.

Saben que habiéndose llevado la plaza, la iglesia y más de 200 casas, solo falta que el río se lleve el colegio del corregimiento, con lo que se convertirían en un pueblo fantasma.

Los vecinos aseguraron que están en el punto máximo de la desesperación, pues los que se quedan sin hogar ya no tienen refugios donde resguardarse en el mismo pueblo. En cada casa hay al menos dos familias hacinadas, sosteniéndose en parte con ayudas humanitarias, pues también su trabajo se ha dificultado.

No queda más esperanza ni opción para los tacamocheros, que salir del pueblo con la garantía de un lugar digno donde reconstruir la vida que se empezó a perder hace ocho años con el inicio de la erosión. Ojalá que ese traslado se logre, y ojalá sea antes de que el río Magdalena se lleve la última casa.

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