Editorial


La guerra santa en el África

Casi dos días después del cruel y sangriento ataque terrorista de un comando del grupo islámico somalí Al Shabab, a un centro comercial de Nairobi, capital de Kenia, el mundo todavía intenta comprender por qué en nombre de Alá se perpetran tantas infamias.

Con el apoyo de comandos israelíes, la Policía y el Ejército keniano comenzaron antes de la medianoche un asalto al sitio donde los terroristas mantenían a más de 30 rehenes, tras haber propiciado una masacre que, según los estimativos de la Cruz Roja, habría dejado 68 muertos y cientos de heridos.

Por una cruel ironía de la guerra, este grupo radical afiliado a la organización terrorista Al Qaeda tiene un nombre que en español significa “los muchachos”, como cualquier banda de rock de las que están de moda, pero posee una capacidad letal de violencia. El 11 de septiembre de 2011, mataron en Kenia a un turista británico y secuestraron a su esposa, y en octubre secuestraron en ese país a una turista francesa y a dos cooperantes españoles de Médicos sin Fronteras, y en los tres casos huyeron a la vecina Somalia. El 5 de octubre de 2011 una célula de terroristas suicidas hicieron estallar un camión bomba en Mogadiscio (capital de Somalia), que mató a 70 personas.

Al Shabab reivindicó el atentado a través de su cuenta de Twitter (clausurada después), y con la habitual retórica del fundamentalismo extremista islámico, habló de haber “ajusticiado” a cientos del “infieles”. Explicando después que era una “venganza” debido a la presencia de tropas de Kenia en Somalia.

A este grupo terrorista lo integran jóvenes reclutados en los campos de refugiados de la frontera entre Somalia, Kenia y Etiopía, y ha ido ganando fortaleza, por la proliferación de gobiernos corruptos y dictatoriales en Mogadiscio, pero aunque están en lista negra de la CIA, no se les combate con la misma ferocidad que a otros grupos más sanguinarios y fuertes geopolíticamente.

Además, es una de las decenas de milicias islámicas  que actúan en el mundo y que para las potencias occidentales no parecen ser tan serias como las células más poderosas de Al Qaeda.

Estados Unidos ha mantenido los brazos cruzados en Somalia, donde a partir de 1991, se fueron poniendo en marcha los llamados Tribunales Islámicos, encargados de imponer normas y leyes basadas en la Sharia o ley islámica que luego se fundieron en la Unión de Tribunales Islámicos que se extendió por todo el país.

Cuando as tropas de Etiopía invadieron Somalia, se ordenó la desaparición de los Tribunales, y la lucha radicalizada de los jóvenes derivó en  Al Shabab, que fue creciendo en milicianos, capacidad y recursos.

Este grupo forma con los  radicales islámicos de Malí, con Al Qaeda del Magreb y con el Emirato Islámico del Cáucaso, en Chechenia y Daguestán, una red terrorista poderosa que impulsa a cientos de células en África, las antiguas repúblicas soviéticas y el Medio Oriente, y cuya causa fundamental es el caos y la violencia bautizadas con el épíco nombre de guerra santa.

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