Cuando se piensa en la ley de la jungla que cada día más es el tráfico vehicular en Cartagena, sumada a la inseguridad, no es fácil pensar en una solución única.
No hay dudas de que faltan muchos más agentes del Datt y muchos más policías hasta tener la saturación suficiente según la cantidad de habitantes de esta ciudad. Las urbes “civilizadas”, por llamarlas de alguna manera, tienen una proporción altísima de policías por habitantes, y esa es una parte obvia y principal de la solución.
Y tampoco hay dudas de que aquí no hay ningún respeto por ninguna regla ni norma, salvo la de la alcoholemia, ni tampoco de los conductores entre sí, ni mucho menos entre conductores y peatones, y viceversa.
Washington DC, por ejemplo, tiene 68,5 policías por cada 10 mil habitantes; Birmingham, 52,5; y Boston, 42,8. Si suponemos que Cartagena tiene un millón de habitantes, tendría que tener 6.800 policías para igualar la proporción de Washington DC; 5.200,5 para igualar la de Birmingham; y 4.200,8 para igualar la de Boston.
La paradoja es que en estas ciudades la cultura ciudadana está años luz por encima de la nuestra, y sin embargo, necesitan estas proporciones de policías por habitantes para mantener sus ciudades bajo control y para garantizarles a los ciudadanos la libertad de moverse a donde quieran con seguridad, y para que todos respeten las normas de tránsito y de convivencia.
En Cartagena, por supuesto, hay una proporción ínfima de policías por habitante y para rematar, no parecen tener los dientes legales para imponer el orden cotidiano para que la ciudad sea funcional ni tampoco la convicción de tener que hacerlo. Un policía que va en su moto, en tiempo libre, jamás se ocupa de una infracción que todos menos él ven al rompe.
Otra diferencia es que en las ciudades de los Estados Unidos hay una sola policía que hace todo, desde poner multas por mal parqueo o exceso de velocidad hasta enfrentarse a bala con atracadores de bancos, aunque haya policías estatales, equivalentes a las departamentales si las hubiera en Colombia, que controlan las autopistas.
La degradación de la disciplina ciudadana en Cartagena se nota por doquier y el ejemplo más reciente es la lucha porque los motociclistas no usen las aceras como vías alternas, y porque estos y los taxistas respeten las cebras y no las usen para virar en U porque son para los peatones (ver la segunda foto de la Primera Página). Y los peatones, por supuesto, cruzan las vías por donde se les antoje.
¿Cómo se rompe este círculo vicioso del mal comportamiento?
El ejemplo más claro es el de la prueba del alcoholímetro, que tiene consecuencias pecuniarias y disciplinarias serias para los conductores sancionados y por eso se cuidan ya todos. ¿Por qué no ser igual de severos y drásticos con quienes usen mal los cruces peatonales, se aparquen donde no deben, anden en contravía, y demás infracciones?
Si las autoridades no se ponen serias Cartagena perderá todas las peleas contra la falta de civismo, y ser contundentes es el primer paso para iniciar un círculo virtuoso.
Comentarios ()