Editorial


La jugarreta de las Farc

EDITORIAL

24 de febrero de 2016 12:00 AM

La salida en falso de las Farc al hacer política varios de sus líderes, a la vez negociadores de paz de primer orden en La Habana, acompañados por hombres armados en el pueblo de Conejo, en La Guajira, y sin permiso del gobierno, sigue avivando la polémica y con mucha razón. Fue más que una fanfarronada, una afrenta a los colombianos, incluyendo al presidente Santos, a su equipo negociador en La Habana y sobre todo, a las fuerzas armadas de Colombia. Si las Farc querían dejar a todos los anteriores en ridículo, lo lograron con creces.

El Alto Comisionado dijo ayer ante 70 personas del Consejo Nacional de Paz que “Lo que hicieron las Farc fue grave porque rompe un principio fundamental: no queremos mezclar política y armas” y que “(...) es inaceptable”.

Pues tiene razón el Alto Comisionado, estamos de acuerdo con él en ambas cosas: no se puede mezclar política con armas, y es cosa inaceptable, pero ¿qué va a hacer él o el gobierno al respecto? ¿Le van a dar palmaditas en la mano a manera de reprimenda a los líderes de las Farc que desfilaron como vedettes en Conejo con sus hombres en armas? No es realista pensar que pueda pasar algo más serio porque firmar la paz es el objetivo inamovible del gobierno y las Farc lo saben y se aprovecharon. Con razón algunos columnistas y caricaturistas hicieron notar la coincidencia entre el nombre del pueblo -Conejo- y el desaire al gobierno y a todos los colombianos.

De todos modos es inevitable una paz negociada desde que los países limítrofes se convirtieron en la retaguardia de las guerrillas, en donde pueden dormir bien y seguras, con todas las comodidades. Eso lo saben todos los colombianos y también el gobierno, por supuesto, y seguramente habrá tomado  medidas para tratar de que no se queden en esos países algunas columnas armadas para poder jugarle en cualquier momento a “la combinación de todas las formas de lucha”, aún una estrategia válida para las guerrillas en su pretensión de llegar al poder como sea. Y no dudamos de que esa opción pueda ser puesta en práctica, sin subestimar -repetimos- la capacidad del gobierno para saberlo.

Lo que se vio en Conejo, a pesar de los golpes de pecho del Alto Comisionado, no es sino una pequeña muestra de lo que viene: los líderes de las Farc harán política en las plazas públicas de Colombia y necesariamente tendrán gente armada cuidándolos, aunque los anillos de seguridad externos tengan efectivos de las Fuerzas Armadas colombianas y los internos, escoltas armados salidos de las propias Farc, y de toda la confianza de los líderes, como sucedió en otros procesos de paz en Colombia.

Ya en muchas partes del país volvieron los boleteos y preocupa que pronto vuelvan los secuestros. Si bien los colombianos en general aceptan una paz negociada, nadie quiere una paz que descuaderne de nuevo al país.
 

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