En la última semana se han presentado por lo menos ocho atracos en Cartagena, en los que ciudadanos del común, dedicados trabajadores, han sido despojados del dinero que con mucho esfuerzo consiguieron y que, en todos los casos, estaban guardando para destinarlo a una importante inversión en su vida.
Estos hechos que muestran el estado de enorme inseguridad que se vive en todos los sectores de Cartagena, han colmado la capacidad de indignación de los ciudadanos, al punto que con mayor frecuencia están decidiéndose a tomar la justicia por su propia mano, y así hemos venido presenciando intentos de linchamiento de atracadores y la quema de las motos en la que cometieron sus fechorías.
Todos los días, los comentarios callejeros tienen como tema principal y casi exclusivo la arrolladora acción de los ladrones, asaltantes y atracadores, que se ha incrementado exponencialmente a medida que se han dado cuenta de que la justicia es incapaz de frenar su violento y descarado accionar.
Es indudable que en Cartagena hay desde hace muchos años un grave problema de inseguridad que la comunidad ha venido clamando con energía para que sea resuelto urgente y contundentemente, y cuya responsabilidad no es sólo de las autoridades, sino de todos los sectores de la sociedad, incluyendo a los que sufren directamente los golpes de los delincuentes.
En primer lugar, todavía no se ha logrado enraizar entre los ciudadanos la costumbre de denunciar los robos o atracos de los que son víctimas, y cuando lo hacen, no llegan a las últimas consecuencias.
La excusa casi siempre es el temor a ser objeto de represalias, lo que resulta explicable en la situación crítica de inseguridad que se está viviendo actualmente en Cartagena, pero no justificable, porque alimenta el círculo vicioso de que las autoridades no reprimen el delito porque la gente no denuncia, y ésta no lo hace porque cree que aquellas no actúan. Al final, salen ganando los antisociales con una impunidad garantizada a plenitud.
Hay dos hechos verídicos: sin la colaboración de la comunidad, es muy difícil lograr que se consolide la seguridad; pero muchas veces los ciudadanos que denuncian se encuentran con una pared infranqueable, debido a la indiferencia de la Policía o a su respuesta tardía y poco eficiente.
Por eso es necesario que ambas partes se comprometan de manera decidida a colaborarse mutuamente en la enorme batalla que representa el logro de la seguridad en Cartagena.
Los ciudadanos deben denunciar no sólo los delitos de los que son víctimas, sino las actitudes sospechosas y todo lo irregular que ven en su entorno.
Y la Policía debe atender todas las llamadas de ciudadanos que quieren informar sobre la comisión de un delito. Pero sobre todo, debe responder de manera rápida y contundente.
De otra manera se afianzará la peligrosa costumbre de los linchamientos, que como toda acción irracional e irreflexiva, puede terminar perjudicando a los inocentes.
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