Cuando se negociaba la paz con las Farc en La Habana, el presidente Santos repetía con frecuencia que una vez cesara la hostilidad con esa guerrilla, los ahorros gubernamentales al no tener más el conflicto podrían ser invertidos en salud pública, educación, vivienda y demás bienes sociales.
Si las Farc fuesen el único grupo ilegal, esto hubiera sido cierto, pero era obvio -aquí lo dijimos varias veces- que el territorio desocupado por las Farc sería copado por las distintas Bacrim, y así está pasando, por lo que la realidad es que se necesitan más soldados y policías para garantizarles seguridad a todos los colombianos, especialmente los que estaban bajo la férula implacable de las Farc en parajes remotos de Colombia.
También se sabía, dada la experiencia de países como El Salvador, que una negociación de paz puede desembocar en una mayor inseguridad urbana y rural que la que había porque muchos de los desmovilizados, reinsertados, o como se les quiera llamar, se dedicarán al crimen en las zonas urbanas o rurales, y el Estado debe estar preparado para enfrentarlos.
Hoy las Bacrim se volvieron a fortalecer y hay zonas en sus manos, como son partes de Urabá. También son responsables de buena parte de la violencia urbana en muchas partes del país, bien sea porque pelean territorio en los corredores del narcotráfico y los puertos, o porque estén copando territorios citadinos para el microtráfico.
Y toda esa violencia se siente fuerte a pesar de que aún no se han incorporado los combatientes de las Farc a la vida civil, un porcentaje de los cuales, como ya dijimos, lamentablemente terminará en la ilegalidad, por lo que hay que prever empleos para evitarlo al máximo, pero también robustecer la capacidad represiva legal del Estado.
Antenoche unos hombres armados, la mayoría con machetes, asaltó un hotel boutique de alta gama en Barú, cuyos huéspedes europeos aún deben estar en shock; hace unos días unos asaltantes atracaron a una pareja de jugadores de golf mientras practicaban este deporte en una cancha muy prestigiosa de la ciudad; y hace un tiempo no tan largo, un turista belga fue atracado y herido en las goteras del castillo de San Felipe, ante transeuntes aterrorizados.
Si la seguridad local no se pudiera garantizar y la ciudad llegara a perder el turismo, la situación solo empeoraría porque gran parte del empleo formal que se genera en este sector compuesto por hoteles, restaurantes, transporte, almacenes de artesanías y de joyas, y demás, se perdería y el mayor desempleo solo empeoraría la inseguridad, corriéndose el peligro de entrar a un círculo vicioso de robos, atracos e intranquilidad.
El mejor negocio es mantener el círculo virtuoso de turismo y empleo; de industria y comercio y puestos de trabajo; y esto solo se logra con más seguridad, no con menos.
Comentarios ()