Justo cuando estamos entrando a la plena actividad económica, en medio de una cuarta ola que nos ha resultado benigna en comparación con las cuartas olas de países desarrollados, que incluso ya van para la sexta con inquietantes cuadros de contagios y muertes, se anuncia el próximo arribo de la variante ómicron.
Las noticias de las dos últimas semanas muestran cómo naciones del primer mundo han vuelto a restringir la actividad social, con implacables cierres de fronteras para intentar frenar el aumento de contagios, singularmente a vuelos procedentes del África austral.
Por aquellos lares no tienen empacho para retornar a medidas que se pensaban sepultadas, como el uso de mascarillas para ingresar a sitios cerrados, o test PCR al regresar del extranjero. Pero lo que más impresiona es que hasta los vacunados con dosis de refuerzo caen en la aplicación de medidas draconianas, con lo cual muy pronto se podría extender la escena de naciones que prohíben la entrada a extranjeros, como ya está pasando en Marruecos e Israel, siendo este el país que más ha avanzado en los programas de inmunización.
Aún no se entiende por qué la nueva variante ha despertado tanta angustia o prevención, a partir de la tal vez exagerada advertencia que la semana pasada hizo la Organización Mundial de la Salud (OMS), que solo hasta este domingo corrigió la línea al afirmar que aún no hay indicios de que ómicron provoque más casos graves de COVID o con síntomas diferentes a los de cepas anteriores; sin embargo, este lunes espetó que el riesgo que plantea globalmente es “muy alto”. Aunque las primeras hipótesis señalan que la nueva variante aumentaría el riesgo de reinfección, aún no está probado que sea más contagiosa que las anteriores.
En todo caso, para Colombia y, singularmente, para Cartagena, las precisiones que contesten la pregunta de a qué nos estamos enfrentando es crucial de cara a las altas reservas para la temporada de fin de año, considerando que la cuarta ola en la que estamos no pareciera inclinarse hacia un pico alto, como sí pasó en otros lares, al punto que cabría preguntar también por qué en nuestro suelo no hemos vivido escenas dantescas como las que han padecido otra vez tantas naciones, si por acá están circulando las mismas cepas. ¿Qué características singulares nos acompañan para que los duros rebrotes no nos atosiguen como en otros lugares?, ¿o es que aún no podemos contar victorias porque podríamos estar cerca de revivir situaciones similares? ¿Estamos más cerca de la soñada inmunidad de rebaño por la suma de vacunados más contagiados? ¿Influye el clima en ese comportamiento comparativamente más benigno?
No parecen haber respuestas aún a estos y otros interrogantes, con lo cual lo que queda, por ahora, es obrar con prudencia, pues lo que sí se sabe es que la vacuna no basta para eliminar la transmisión, ni aún con la tercera dosis.
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