Las mareas altas metidas en las calles de Cartagena se repiten cada año en esta época y en otras, y parece que la indolencia de las autoridades y de la dirigencia privada fuese pétrea. Muchos ciudadanos se quejan pero nadie hace nada efectivo.
Circulan por la internet fotos de las calles inundadas cada vez que hay una marea alta, como sucedió ayer, y cada vez son más altas por las causas conocidas: el uso excesivo de combustibles de origen fósil daña la capa de ozono y se produce el efecto invernadero al no poder escapar el calor, lo que a su vez ocasiona que se derritan los hielos del Polo Norte, de Groenlandia y de otros lugares, y sube así el nivel medio del mar inexorablemente.
Hay distintas escuelas de científicos que calculan cuánto habrá crecido el nivel medio del mar en el año 2100, y los más conservadores hablan de 75 cm., mientras otros hablan de 1 mt. y hasta de 1,20 mt. Aunque parece menos grave el estimativo de 75 cm. que el de 1,20 mt., para efectos prácticos da lo mismo: el menos alto también arrasará las áreas costeras de buena parte del mundo, incluidas las de Cartagena, con el agravante de que la tierra firme en el Caribe se hunde poco a poco, lo que también agravará las inundaciones.
La intentona más decidida de enfrentar la inundación por las mareas la inició Judith Pinedo durante su alcaldía, y el laboratorio de Hidráulica de la Universidad de Cartagena adelantó algunos estudios. Por otro lado, INVEMAR elaboró una simulación no solo de Cartagena, sino de otras áreas para mostrar cómo se iría inundando bajo distintos crecimientos del nivel medio del mar. Ya estamos bien informados, y como dice el exalcalde de Cartagena, Augusto Martínez Martínez, sobran las iniciativas pero escasean las “acabativas”, es decir, actuar.
Las ciudades costeras pueden prolongar su existencia dando dos pasos principales: el primero, que sirve para “tomar aire” mientras se hace la segunda solución, son los muros perimetrales por la orilla del mar y bahía, con válvulas mecánicas que permitan evacuar el agua de lluvia de las calles durante la marea baja, e impidan la entrada del mar cuando sube la marea; y además, el sistema necesita bombas para sacar el agua cuando llueva durante una marea alta y el desagüe mecánico de las válvulas no podría funcionar.
La segunda solución, más costosa y traumática, y también la más duradera, es subir la altura de las calles por encima de los estimativos más pesimistas del incremento del nivel medio del mar en cien o más años. Y por supuesto, hay una tercera vía: no hacer nada y abandonar los barrios costeros cuando el agua salada haga la vida imposible, y tomar tierra alta.
Las costas de Colombia están amenazadas y hay que actuar. Quizá se necesite un ente nacional como el Fondo Adaptación (así se llama), creado para reparar los daños de los inviernos de 2010 y 2011, pero Cartagena no puede seguir cruzada de brazos, sino que debe definir un plan de acción que sea política de estado para los alcaldes y concejales futuros.
¿Qué esperamos?
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