Editorial


Las vicisitudes del agro

Nuevamente los gremios del campo se quejan porque creen afectado su sector con los acuerdos de comercio del Gobierno, siendo el último con la Alianza del Pacífico. El argumento principal es que la agricultura y la ganadería de muchos de los países con los que firmamos tratados de libre comercio están subsidiados por sus gobiernos y pueden vender sus productos más baratos que los de Colombia y su entrada al país arruinaría a nuestros campesinos y empresarios rurales.

La oposición a los TLC tiene el efecto curioso de unir a dos sectores ideológicos que son como el agua y el aceite: la izquierda y la derecha. En ambas hay extremistas y en lo poco que coinciden es en oponerse a dichos tratados. El Gobierno avanza en ellos y quizá firmará todos los que pueda, aunque había dicho que se concentraría en consolidar los ya firmados. Pero la Alianza Pacífico acaba de contradecir lo dicho por las autoridades centrales.

Se siente en el Gobierno un aire despectivo hacia el campo y sus productores, grandes y pequeños, quedando la sensación de los considera unos niños malcriados a quienes les dan pataletas a las que no se les paran muchas bolas.

Sería bueno que esta discusión se emprendiera con pruebas en las manos de todos lados y con estadísticas sólidas para salir de los lugares comunes y las críticas ideológicas en vez de numéricas. Durante la crisis de la papa, por ejemplo, causada por la supuesta importación del tubérculo por la vía de los TLC, se determinó luego que no se importaba al país, como dijeron quienes protestaban en Boyacá, sino que había una sobreproducción que hizo caer el precio interno.

Fedegán acaba de denunciar un contrabando masivo de carne, leche y queso de Venezuela, país cuyos anaqueles en las tiendas de víveres están vacíos, pero los especuladores de aquí y de allá hacen un juego financiero con las divisas al devolver hacia Colombia el mismo ganado exportado de aquí para allá.

Preocupa que si el Gobierno piensa seguir adelante con los TLC no se ocupe con la suficiente velocidad de adecuar la infraestructura nacional, no solo las vías principales, sino las secundarias y terciarias. Nadie puede competir sin buenas vías para sacar productos oportunamente y meter insumos.

Otra necesidad inaplazable es una campaña integral de tecnificación del agro para que los productores estén listos para competir favorablemente contra los mismos productos que tratarán de exportar hacia Colombia, especialmente carne y lácteos, además de cereales. Nada de lo anterior se puede lograr sin crear grandes distritos de riego, obras necesariamente gubernamentales por su envergadura.

Lo que no debería seguir pasando es que el Gobierno continúe con su retórica del libre comercio, del cambio de paradigma del agro, de la tecnificación y de la competitividad, pero sin mover un dedo para que se den. La iniciativa privada tiene límites, especialmente en la construcción de infraestructura, una responsabilidad del Gobierno.

 


 

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