El Canal del Dique es un brazo artificial del río Magdalena con una historia antigua más romántica que veraz y una modernidad destructora, especialmente de las bahías de Cartagena y Barbacoas, el Parque Nacional Natural Corales del Rosario y San Bernardo y los cuerpos de agua aledaños.
El Dique también es un experto en sedimentar cuerpos de agua antiguos y enormes, como la ciénaga de Matuna y otras, hoy desaparecidas salvo en los mapas antiguos, aunque sus linderos aún se intuyen en la cartografía moderna, después de examinar la antigua.
La leyenda romántica dice que don Pedro Zapata de Mendoza, Gobernador de Cartagena, excavó el canal en 1640 con 2.000 trabajadores de pueblos y haciendas vecinas. Pero Zapata de Mendoza excavó muy poco y sí unió una ciénaga con otra a hachazos, desde el río Magdalena en lo que hoy es Calamar, hasta la bahía de Barbacoas. No hay que minimizar su hazaña ni su visión, pero sí hay que ponerla en perspectiva.
El verdadero Canal del Dique, el que conocemos hoy, es obra de las dragas modernas del Siglo XX, que dejaron 50 curvas de 350 que tenía, y también le dejaron una profundidad promedio de dos metros, además de ancharlo en muchos tramos, con el resultado de que le aumentaron el caudal, la velocidad a la corriente y sobre todo, los aportes de sedimentos a los cuerpos de agua, que crecieron geométricamente.
Aunque aún no se sabe cuáles serán las soluciones de los expertos para el Canal del Dique, sí se sabe lo que se necesita que logren.
Deben proteger a las comunidades asentadas en las márgenes del Dique contra las crecientes; deben ayudar a recuperar la naturaleza adyacente en los cuerpos de agua, incluidas flora y fauna, y eliminar la entrada de sedimentos allí; deben proteger los accesos al agua para potabilizar, especialmente del acueducto de Cartagena, para lo cual se requieren barreras para que la cuña salina no avance aguas arriba a medida que crezca el nivel medio del mar por el calentamiento global.
También deben garantizar las obras que la sedimentación no siga destruyendo las bahías de Cartagena y Barbacoas, dañando además la entrada al puerto; deben proteger el Parque Nacional Natural Corales del Rosario y San Bernardo de los sedimentos que matan los corales; y deben garantizar la navegabilidad del Canal del Dique para que Cartagena pueda estar conectada directamente con el río Magdalena.
Es evidente que las obras que se hagan en el Canal del Dique deben tener un gran impacto positivo en la calidad de vida de mucha gente, además de restaurar y proteger los ecosistemas aledaños.
Los estudios más serios recomiendan una esclusa en Calamar y otra aguas abajo, ambas con estructuras de control para dejar pasar el agua hacia los humedales y ciénagas vecinas.
Convendría que las entidades responsables informaran cuánto antes qué mezcla de obras construirán, para tranquilidad de las miles de víctimas directas e indirectas del Canal del Dique, incluido el comercio marítimo de Cartagena de Indias y del país.
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