Hace poco El Universal publicó en su web el video de un caballo cochero caído en el Centro Amurallado y que ocasionó el ataque de un auriga a quien filmaba los esfuerzos repetidos del animal por pararse, aún uncido a los tiros del coche. Lo logró después de varios intentos y luego de que fuera desamarrado de dichos tirantes. El cochero belicoso fue suspendido por 4 días, sanción irrisoria.
Antier la Umata mandó fotos del caballo en su pesebrera, al que le decretaron 7 días de descanso, aunque los veterinarios lo declararon en buen estado. La pesebrera de la foto es inadecuada. No sólo es demasiado pequeña, sino que carece de “cama” sobre el suelo durísimo y ningún caballo puede descansar en tal superficie. Se necesita que tenga al menos 20 cm de cascarilla de arroz, de aserrín o de viruta, para que la pesebrera deje de ser una cámara de tortura y sea un sitio adecuado.
Ayer publicamos una nota en la que los cocheros argumentaban que sus caballos no cargan peso sino que lo jalan, y para demostrarlo un auriga hizo las veces de caballo y jaló un coche con cuatro adultos a bordo, que es el cupo legal, cuya foto apareció en la Primera Página de este diario. Y lo hizo con éxito sobre las calles lisas del Centro próximas a Las Bóvedas.
Los problemas de los caballos cocheros, como hemos dicho aquí, tiene, varias aristas. En primer lugar está la mala alimentación, sumada a unas pesebreras demasiado pequeñas, sin cama, y calientes porque tienen techos demasiado bajos. Un caballo que no se echa sino cuando está exhausto nunca descansa lo suficiente. En esas condiciones ni siquiera le aprovecha la comida, ni que fuera óptima.
Pero un elemento de los más graves son las herraduras inadecuadas con que los calzan, porque sobre el asfalto tienen un efecto similar al de unos zapatos tenis sobre una baldosa enjabonada: así no se sostiene de pie ni un gato. Cada vez que el caballo trata de romper la inercia de un coche parado o de detener la energía cinética de uno en movimiento, se arriesga a caerse, cosa que ocurre con más frecuencia de lo que la gente y las autoridades se dan cuenta.
El juego de cuatro herraduras de hierro o acero de las usadas en el campo cuestan unos diez mil pesos, mientras que las adecuadas, con superficie de caucho, cuestan cerca de 90 mil pesos en Medellín, aunque seguramente se pueden abaratar compradas en cantidades mayores. Ningún caballo cochero debería trabajar sin los “zapatos” adecuados y las herraduras encauchetadas deberían ser obligatorias. Esta sola medida le ahorraría ratos amargos a los caballos y les permitiría jalar y frenar con seguridad, y sobre todo, con mucho menor desgaste físico.
Esta actividad no puede continuar como está ni pueden los cocheros solos hacer todo lo que se necesita. Insistimos en que el Distrito debe financiar unas pesebreras adecuadas y de gran estética, muy cerca del Centro, que sean en sí mismas una atracción para habitantes locales y turistas, lo que ayudaría a los cocheros a tener sus bestias en óptimo estado.
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