Editorial


Los caños y el cuento del gallo capón

Los caños de Cartagena, como el cuento del gallo capón, no parecen tener solución ni final. La mayoría de los vecinos aplican la poco solidaria y socorrida fórmula local de “marica el último” y tira sus bolsas de basuras a los caños, especialmente cuando hay crecientes, para que se vayan aguas abajo sin importarle que a alguien le harán daño, especialmente a la naturaleza. Pero tampoco les importa a muchos tirarlas cuando no llueve, a sabiendas de alguien las tendrá que recoger de todos modos.

En estos lugares el mundo que importa parece ser el inmediatamente próximo, con frecuencia dentro de cada hogar, y el concepto de vecindad es bastante débil, salvo para los “jóvenes en riesgo”, el eufemismo políticamente correcto para referirse a los pandilleros, quienes usan el control de “su” territorio, o barrio, como pretexto para pelear, especialmente cuando llueve, porque creen que la policía no saldrá a controlarlos con tal de no mojarse. Al menos, ese parecería ser el origen de elegir la lluvia como momento oportuno para desafiarse y hacerse daño.

Lo que pase aguas abajo con las basuras, entonces, es demasiado lejos para que le importe a nadie, aunque solo sean algunas decenas de metros. Esta actitud, multiplicada por muchos barrios y miles de personas, impide que se progrese en limpiar los caños.

Pero no solo la basura arrojada por la gente tapona los caños, incrementando la posibilidad de represarse y desbordarse hacia las viviendas aledañas, sino que la vegetación, que se multiplica e invade el área tan rápido como los habitantes de las orillas de la ciénaga de la Virgen, también estrangula el flujo del agua y también ayuda a que se desborde y a que haga daños en las viviendas.

Los caños tienen que comenzar a ser importantes para las autoridades todo el año y no solo en la temporada de lluvias, cuando se suele apagar un incendio anual conocido y anunciado de antemano.

La verdadera solución es tener una recolección de basuras en toda la ciudad que sea más eficiente que botarlas al caño o al solar más cercano. La mejor política para enseñar a la gente es quitarle la basura todos los días de su entorno hasta que se habitúe a vivir sin ella en todas partes. Quizá se descubra que es más barato pagar por una oportuna recolección de basuras que por limpiar los caños todos los años en la época más cruda del invierno.

Es imperativo implementar el proyecto de desagües pluviales y que este incluya a toda la ciudad para que la infraestructura de canales sea toda de concreto, abaratando su aseo y mejorando su eficiencia para evacuar agua.

En estos días las expectativas de La Niña bajaron de más de 80% a 60%, pero no es razón para sentirse seguros y la atención de los caños tiene que seguir siendo una prioridad.

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