Editorial


Los muelles de plástico y basuras útiles

En la avenida Miramar al fin están instalando los muelles que faltaban porque los originales se habían podrido, por una parte, y por la otra habían sido desmantelados tabla por tabla por los indigentes nocturnos que deambulan por la ciudad y que son capaces de desarmar un balín, como dicen algunos guasones para describir el poder destructivo de estas personas, usualmente impulsadas a estas acciones vandálicas por la desesperación de mantener alguna adicción.

Los nuevos muelles, tal como lo anunciaron cuando se remodeló el paseo peatonal durante la administración de Dionisio Vélez, son de plástico reciclado y están pintados color caoba, quizá para parecerse a la madera, y porque es un color que aguanta sucio. Es una idea excelente haber utilizado este material para construir estas estructuras, ya que este material es casi indestructible, y proviene de reciclar desechos plásticos.

Todos conocemos la crisis del mundo por la cantidad desbordada de basuras plásticas, no solo la que va a dar a los basureros, sino la que cae a los distintos cuerpos de agua en todo el mundo, especialmente en los países en desarrollo, donde no hay una conciencia de lo dañina que es la basura y donde no se sigue la máxima elemental de que “la basura no se bota, se recoge”.

Las compañías que venden bebidas envasadas en botellas plásticas al menos ya usan un material mucho más delgado que el empleado antes, por lo que deben verse varios beneficios: menos tonelaje de basura plástica que vaya a los botaderos de basuras, haciéndolos durar más y requiriendo menos tierra para este uso; hay menor daño a los entornos de naturaleza; y su menor peso hace que los camiones que transportan las bebidas consuman menos combustible y por lo tanto contaminen menos el ambiente con gases de efecto invernadero.

Estas iniciativas de convertir las basuras en materiales y objetos útiles deberían ser estimuladas de manera permanente para que el ingenio privado se agudice y ayude a volver más sostenible el mundo en que habitamos, que está cada vez más amenazado. El sistema de escuelas públicas y privadas debería tener concursos institucionalizados para impulsar las ideas que favorezcan el medio ambiente, es decir, la vida.

Del reciclaje en la fuente también se habla mucho pero sucede poco o nada, porque a veces pisa callos privados -o eso sienten algunos-  y porque es una cultura que hay que desarrollar en todos los habitantes. Seleccionar las basuras en la fuente facilitaría que fueran dispuestas en los lugares correctos y se minimizaría así su impacto en el ambiente.

Estas iniciativas no deberían depender de la sensibilidad ambiental de las distintas administraciones, sino que deberían estar institucionalizadas y ser así políticas de Estado que no se cuestionen de una administración a otra.

Estas iniciativas de convertir las basuras en materiales y objetos útiles deberían ser estimuladas de manera permanente (...)

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