A raíz de los comentarios de algunos dirigentes portuarios de Barranquilla publicados en el diario El Heraldo ayer, se refuerza lo expresado en este mismo espacio hace poco de que el problema del canal del Dique debe ser explicado en detalle al país, comenzando por el presidente Santos y el ministro Cárdenas, y también a nuestros vecinos de Barranquilla, en especial el peligro tremendo que representa este brazo artificial del río Magdalena para la bahía de Cartagena.
Han pasado casi cuatro periodos presidenciales, los dos de Uribe y los dos de Santos, y aún no hemos solucionado los múltiples problemas que crea el Dique para los pueblos del Atlántico y de Bolívar que lo comparten, y como mencionamos, para la bahía. Hemos avanzado, sin embargo, porque ya están listos los diseños de las obras, incluyendo las dos esclusas, que valen dos billones de pesos; y porque bajo la administración de Iván Mustafá del Fondo Adaptación los trabajos de protección a los pueblos ribereños de ambos departamentos van adelantados.
Según El Heraldo, a un directivo portuario de allá le “preocupa de este macroproyecto es que esto vaya a implicar una mayor sedimentación en el río Magdalena en el sector del canal navegable (...)” y “eso sería nefasto para el canal navegable de Barranquilla”.
Pues bien, el río Magdalena mueve entre 200 y 246 millones de toneladas de sedimentos al año hasta Bocas de Ceniza y otras 10 millones de toneladas al año entran por Calamar. Estas últimas se depositan en los cuerpos de agua aledaños, en la bahía de Barbacoas, en las islas del Rosario, y llegan a la bahía de Cartagena unas 3,0 millones de toneladas al año. Dudamos que estos aportes de más le añadan a los problemas del puerto de Barranquilla. En cambio, esos lodos son suficientes para hacer grandes daños ecológicos y para acabar con el puerto de Cartagena. Al paso que avanza el delta del Dique en la bahía, según un estudio de los expertos Mónica Agámez Anillo (ingeniera civil, sanitaria y oceanógrafa) y Alfredo Gutiérrez Cantillo (hidrógrafo), y de no hacerse nada, en algo más de ocho años el acceso a la bahía quedaría cerrado y entonces no tendríamos puerto aquí. Se perjudicaría también Barranquilla, porque todos sabemos que buena parte de su carga ya se mueve por esta ciudad y por Santa Marta. La bahía de Cartagena es entonces un seguro de vida para Barranquilla y para su industria, y para el país, y no podemos seguir arriesgándola por darle gusto a unos pocos intereses particulares, aunque sean legítimos, como lo son.
Otro directivo de Barranquilla se preocupa porque en las esclusas se invertirán 2 billones de pesos, lo mismo que “en la recuperación de la navegabilidad del río Magdalena”, pero se le escapa que las esclusas serán tangibles, quedarán hechas y funcionando, y costarán mucho menos que todo el dinero nacional, traído a valor presente, que se ha usado para dragar el canal de acceso durante décadas sin ningún resultado, por lo que hoy seguimos hablando de lo mismo.
Barranquilla y Cartagena, cuya conurbación da las primeras puntadas para convertirlas en una sola ciudad, deberían apoyarse mutuamente y complementarse en sus proyectos estratégicos.
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