Editorial


Maduro, o la teoría del enemigo interno

EDITORIAL

19 de mayo de 2016 12:00 AM

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, acaba de denunciar al mundo el enésimo y supuesto plan para desestabilizar su país y su gobierno, para luego intervenirlo militarmente. Los culpables de este complot, según Maduro, estarían operando desde Miami, Bogotá y Madrid, y estarían dirigidos por Washington.

A los estudiantes de primer año de Ciencias Políticas les enseñan lo que es  la “teoría del enemigo externo”, una táctica distractora mediante la cual un mandatario en dificultades intenta transferir la atención de su pueblo de sus graves problemas internos, como el sufrimiento del pueblo venezolano, que pasa hambre y otras necesidades graves por la incompetencia del gobierno de Venezuela, hacia otros externos, que usualmente son inventados o grandemente exagerados, precisamente como hace el mandatario venezolano ahora al anunciar la inminencia de una intervención militar de Washington aupada desde las tres ciudades antes mencionadas, donde vivirían enemigos de su régimen.

El gobierno venezolano ha destruido sistemáticamente la riqueza de su país, algo que parecería casi imposible de lograr, dada la bonanza petrolera enorme de Venezuela durante la mayor parte de los años del régimen chavista. Un manejo medianamente competente de la economía tendría aún a un país pujante, como era hasta hace pocas décadas, en vez de uno arruinado con sus gentes volcadas a la calle y desesperadas, no precisamente por la oposición, sino por las penurias que están obligadas a sufrir.

El régimen chavista acabó la industria privada, pensando que los dólares seguirían brotando de las entrañas de la tierra de manera interminable, en vez de prever que necesitaban un aparato productivo privado aún más pujante. Es una ironía que los cubanos, mentores y jefes del régimen chavista, ahora le den un vuelco a su economía hacia algo de empresa privada, y que se hayan amistado con Barack Obama, mientras que la demencia de Maduro lo nombró como el jefe de la jauría que lo quiere derrocar e intervenir militarmente.

A Maduro se le sale el país de las manos, pero no soltará las riendas del poder aunque eso signifique un baño de sangre contra su propio pueblo. La democracia, sus organismos y normas eran válidos mientras le servían a los chavistas para tomarse el poder completo, pero ahora que esas reglas se lo podrían quitar de nuevo, las desconocerá sistemáticamente el régimen de Maduro, y desconocerá los derechos de la oposición e inventará cada día nuevos obstáculos.

Quizá Nicolás Maduro será también un revolucionario de las Ciencias Políticas al implantar no la teoría del enemigo externo, sino al encarnar la teoría del enemigo interno, porque el presidente es su propio peor enemigo  y de su país, y el mayor responsable de la debacle que destruye a Venezuela.

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