Editorial


Maduro y Santos: se acabó el recreo

La muerte del presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, el “nuevo mejor amigo” de un Juan Manuel Santos recién convertido en presidente de Colombia, cambió la corta cordialidad entre los dos gobiernos por la vieja tensión. Era asunto de tiempo hasta que estallara cualquier incidente, como la “carajeada” de ayer de Maduro a Santos por “meterese” en los asuntos internos de Venezuela.

Sin la mediación de la mezcla de astucia y química de Chávez, que veía placenteramente a un Santos que le daba la espalda a Uribe, el liderazgo oficialista venezolano, mucho menos inteligente y audaz que el coronel, recuerda cada día más al Santos de hace muy poco tiempo, la primera figura pública colombiana en denunciar agresiva y claramente las intenciones de Chávez con su país muchos años antes de que obtuviera el poder totalitario, y quien primero pronosticó aquí la debacle de Venezuela, país cuyo aparato productivo fue arrasado por la ideología cavernaria de Chávez y de sus herederos. De no ser por el petróleo, Venezuela moriría de hambre.

Durante el fallido golpe de Estado contra Chávez el 12 de abril de 2002, el Establecimiento colombiano, incluyendo a Santos, recibió con entusiasmo la llegada de Pedro Carmona Estanga al poder, quien a la postre no fue capaz de consolidar su mando sobre Venezuela. Chávez volvió en muy corto tiempo, al principio pisando suave y hablando pasito de paz y reconciliación, y una vez consolidó su poder, comenzó las bravuconadas amenazantes y públicas que ahora imitan Maduro y sus amigos en cada una de sus arengas eternas y reiterativas.

Se repite con frecuencia que Venezuela ha sido fundamental en los diálogos de paz en La Habana entre el gobierno de Santos y las Farc, aunque es improbable que ese país retire su apoyo por pura conveniencia propia e ideológica. Es obvio que el plan maestro del Castro-comunismo, que manda en Venezuela, es que  en Colombia se tome el poder un régimen equivalente.

Andrés París, negociador de las Farc en La Habana, le dijo a la periodista Jenny Manrique que “Hay tensiones propias de dos concepciones enfrentadas en la mesa que continuarán incluso después de negociado el acuerdo, porque no vamos a llegar a negociar nuestra ideología, queremos cambiar las formas de lucha para lograr nuestros objetivos”, agrega.

Más claro no canta un gallo: las Farc dejarán las armas pero intentarán usar las reglas formales de la democracia colombiana para montarse en el poder y reelegirse ad infinitum, como han hecho en Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador, aunque no se puede decir que los cuatro regímenes son idénticos. Correa, por ejemplo, un economista formado en los Estados Unidos, mejoró la economía de su país en vez de enterrarla como hizo Chávez, porque no es el esclavo de ninguna ortodoxia comunista trasnochada.

Seguramente en algún tiempo volverán los abrazos entre Santos y Maduro, pero en ambos casos serán como el de Judas, porque el recreo entre los dos gobiernos, que son como el agua y el aceite, ya se acabó.

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