La aprobación de una marina en Castillogrande por la Dimar desató una gran polémica en ese barrio y en todos los demás candidatizados para la misma actividad, con las comunidades en pie de lucha. En Colombia hay más de 40 solicitudes para marinas y la mayoría son en Cartagena.
Las marinas son desarrollos positivos, especialmente porque generan muchos empleos y porque son otro atractivo turístico para la ciudad, pero no en sitios residenciales donde ya no cabe un auto más, donde las lanchas que ya usan sus muelles tienen un comportamiento ramplón por falta de educación de sus pilotos y sus dueños, mortificando mucho a los cientos de habitantes que tienen que soportar estos desmanes en los edificios aledaños, especialmente los equipos de sonido sobredimensionados, cuyo objetivo parece ser obligar a los demás a oírlos, más que disfrutarlos los dueños a un volumen razonable. Y además, hay vehículos de todo tipo y tamaño frente a los muelles recogiendo y dejando pasajeros y obstaculizando las vías, como si fueran de su uso exclusivo.
Entendemos la necesidad de las marinas y repetimos que somos partidarios de ellas, pero no entendemos el espíritu de rapiña que hay por obtener tantas concesiones cuando todo el mundo sabe que la mayoría de las que hay tienen espacios desocupados porque no hay demanda para llenarlos. Es probable que una sola marina adicional se pondrá en aprietos comerciales a sí misma y a las demás que existen, así que el móvil económico es difícil de descubrir, a menos que sus promotores sepan algo que el resto de la gente desconoce, que llenará los amarres apenas los construyan. De muestra está la marina de Santa Marta, hecha con toda la modernidad posible, y varios años después de construida sigue casi vacía porque la propia ciudad no tiene la capacidad de llenarla y los extranjeros y foráneos que lo podrían hacer tampoco aparecen. Cosa similar le sucede a Puerto Velero, cerca de Barranquilla, a pesar de la mística y meritorios esfuerzos de su promotor y constructor.
No podemos creer que quienes quieren las concesiones sean tontos, así que ¿cual será el secreto del negocio? ¿Será que es construir una edificación dentro del agua para explotarla como restaurante bar, y lo demás que espere? ¿Será que el negocio a largo plazo es sentarse sobre la concesión mientras aparecen clientes para vendérsela? ¿Tienen los concesionarios un plazo fijo para construir después del cual perderían sus derechos?
Las marinas ameritan una nueva discusión abierta y franca para buscar dónde pueden ser construidas aportando a la comunidad en vez de contribuyendo al ya constante caos en las vías y los barrios. ¿Pueden algunas marinas juntarse para construir edificios de parqueo? ¿Puede el Distrito darles gabelas tributarias para que lo hagan?
Las marinas no pueden empeorar la calidad de vida, sino mejorarla, y solo bajo esa premisa deberían construirse.
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