Cartagena necesita muchas más marinas, ya que son una fuente de turismo y de empleo que aprovecha las ventajas comparativas y competitivas propias de una ciudad que nació gracias a su bahía, y que hoy goza de buen nombre en el exterior.
La ciudad, por supuesto, tiene que cuidarse de que su éxito no sea también su fracaso si la llega a dominar un turismo demasiado numeroso y con poca capacidad económica que “desgaste” la ciudad sin dejarle una compensación adecuada a sus habitantes y empresarios.
Y en el caso de las marinas sucede lo mismo: mientras mejor sea la calidad de las embarcaciones y la capacidad adquisitiva de sus armadores y propietarios, así mismo serán mejores los ingresos para la ciudad y para el sector que se beneficia con esta actividad.
Las marinas, sin embargo, han surgido en muchos casos como tantas otras actividades en la ciudad, contra viento y marea porque no hay planificación de vieja data ni infraestructura pensada para los distintos usos que requiere el suelo en la ciudad, y aquí la improvisación suele causar traumas enormes.
Nuevamente una compañía solicita una concesión para establecer una marina en Cartagena, esta vez en la avenida Miramar, entre el Fuerte del Pastelillo y el Club Náutico. No es la primera vez que este grupo de empresarios, todos cartageneros, intenta obtener una concesión para este proyecto en este mismo sitio, que se llamaría Marina Miramar.
La solicitud de concesión está en la etapa en que la gente común y corriente, los grupos de interés, la comunidad, es decir, quien así lo crea, puede oponerse y ya lo han hecho algunos ante la Dimar, en este caso la Capitanía de Puerto.
La avenida Miramar ya está saturada con los carros de los cientos de habitantes de las nuevas torres de vivienda con espacio insuficiente para los vehículos de sus inquilinos, quienes recurren a la calle para aparcarlos. Y surgen por doquier nuevos edificios con las mismas limitaciones. Si a esto le sumamos el tráfico que generan y generarán las marinas, la avenida Miramar, que ya está atrancada, quedaría inmóvil.
Para esta congestión se podría ampliar la avenida Miramar, pero la verdad es que hacerlo solo aplazaría la solución verdadera: que la autoridad se ponga los pantalones y despeje de carros la avenida, que la grúa sea implacable y no selectiva, y que las vías estén siempre disponibles. Si eso se lograra, podrían terminar de construir todas las torres en Manga y -exagerando- llenar la avenida Miramar de marinas y aun así el barrio tendría movilidad. Y con reglas claras y autoridad, hasta calidad de vida.
No sabemos en qué termine esta solicitud, pero lo cierto es que si es aprobada, también tiene que haber un plan creíble de despejar la Miramar y de no perjudicar más a los vecinos de Manga.
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