Editorial


Más sobre la cultura ciudadana

Hace algunos años, los habitantes de Cartagena eran reconocidos en el país como de los más amables y caballerosos, capaces de levantarse para cederle el puesto a una dama, a una anciana o a una mujer embarazada en un bus urbano. Hoy tenemos fama de ser los personajes más groseros, no solo porque no nos levantamos del puesto en esas carcachas mal llamadas buses o busetas, sino porque arrojamos basuras a la calle, no cuidamos lo que es de propiedad colectiva, y en general tenemos un comportamiento aprovechado y abusivo, sin respetar los derechos de los demás. Es la falta de lo que se llama cultura ciudadana.

No es cuestión de realizar campañas de corta duración con principios puntuales, como no ensuciar la ciudad o defender a Transcaribe, o pagar puntualmente los servicios públicos, sino un proceso largo y complejo que debe empezar por los hogares en que se forman personas que hagan el bien, y que, además, contribuyan a que la vida de los otros sea un poco mejor o por lo menos que no esté llena de incomodidades. Es justamente en el Sistema Integrado de Transporte público (SITP) donde mejor puede percibirse esta conducta, pues la mayoría de los habitantes de la ciudad no se han apropiado del sistema, entendiendo que en la medida en que lo respetemos y cuidemos, beneficiará a más personas y facilitará la vida urbana, además de cambiar radicalmente muchas costumbres cotidianas que son molestosas o un peligro.

En cultura ciudadana también debe invertirse como en los demás rubros, porque los beneficios serán palpables a largo plazo. Debe comenzarse en las instituciones educativas distritales, con campañas durables y que estén dirigidas a formar hábitos difíciles de desarraigar y que fijen en la mente del niño actitudes solidarias y amables que hagan de la convivencia civilizada, una práctica de todos los días, para que en pocos años Cartagena sea un ejemplo para todo el país, del cual se hable como hablamos del espíritu de pertenencia de los paisas al conservar su metro u otras obras de beneficio colectivo.

Entre los diferentes significados del concepto de cultura ciudadana, puede destacarse el vinculado al tejido simbólico construido por las personas que componen una comunidad. Es decir, que la cultura ciudadana no es una imposición, sino un convencimiento que se crea con las formas de expresión, las costumbres y los rituales compartidos por los integrantes de la sociedad. Es a las personas a quienes les corresponde comportarse decentemente y ese comportamiento debe nacer del convencimiento de que solo de esa manera la vida será más fácil y amable.

Pero muchos gobiernos creen que con campañas tenues y de corta duración pueden sembrar en los ciudadanos el espíritu cívico que requieren las ciudades para volverse atractivas y cómodas. Es una inversión larga y compleja.

En cultura ciudadana también debe invertirse como en los demás rubros, porque los beneficios serán palpables a largo plazo. 

 

 

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