Editorial


Monotonía temática

El director de cine Darren Aronofsky, ganador del Oscar por su película “Pi” y a quien se le está rindiendo homenaje en la edición 55 del Festival Internacional de Cine de Cartagena (FICCI), dice que el secreto del éxito en este oficio se reduce a una sola cosa: contar buenas historias. Así parecen haberlo entendido los realizadores latinoamericanos, cuyas cintas están presentándose aquí este año, las cuales abarcan un universo temático muy variado, como es la realidad de nuestros países, sin encasillarse en los estereotipos a que nos tenían acostumbrados por años, con las extraordinarias excepciones de México y Brasil, que entendieron el cine como un vehículo narrativo, y no como un paradigma comercial.

Eso no quiere decir que el cine no sea una industria y no dependa de la aceptación del público para prosperar, pero este acude masivamente a las salas cuando encuentra producciones que estén enfocadas precisamente a contar una buena historia y no a explotar con oportunismo los asuntos que están de moda. Esto opina Aronofsky, en una entrevista con la revista Arcadia: “Yo siempre me he visto como un narrador de historias y si no sería un director de cine me las arreglaría para encontrar otras formas de contar historias. Es un gran arte y ha sido así desde que se creó”.

Una excelente película, y la afirmación puede hacerse extensiva a una telenovela o un dramatizado, debe contar con un firme esqueleto y una sólida estructura narrativa para quedarse con la adhesión de los espectadores. Cuando un tema se agota sin cimiento sólido, solo porque ha demostrado que está momentáneamente en lo que atrae la atención de las personas, las obras resultan falsas y no alcanzan a atraer férreamente, por lo que se convierten así en impactantes también momentáneamente y exitosas mientras el tema siga vigente.

Por el contrario, las obras narrativas fílmicas o televisivas que son hechas con el propósito de contar una buena historia, y cuyos personajes son bien construidos, agotando todos los recursos narrativos y aprovechando las posibilidades maravillosas que nos ofrece la técnica, son inolvidables y atractivas en todo momento. No importa que su tema esté de moda o no.

Es lo que parece estar sucediendo con la televisión colombiana, a juzgar por lo que vimos en los Premios India Catalina del pasado sábado. La mayoría de las producciones nominadas explotan la temática que estereotipadamente ha sido identificada como nuestra realidad, es decir, el narcotráfico, la guerrilla y la violencia criminal.

Daba gusto pasearse por la variedad temática del cine latinoamericano presente en la edición de este año del FICCI, y decepciona constatar que nuestra televisión y parte de nuestro cine se estancó en una monotonía temática que solo produce obras llenas de afán comercial, pero carentes de la calidad que las haga perdurables.

Si los espectadores del mundo solo ven este fragmento esquemático de nuestra realidad, ¿qué otra cosa podrían pensar de nosotros, sino que somos un país de criminales?
 

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