Editorial


Palenque, más allá de los tambores

Palenque celebra hasta mañana su Festival de Tambores y Expresiones Culturales, un evento que convoca a gestores y pensadores de las múltiples realidades culturales de este bastión africano en América y el primer pueblo en liderar su independencia. El festival es una ventana de proyección de saberes, sabores, ceremonias y rituales ancestrales, reafirmación de la lengua materna, el Lumbalú y la música que desde principios de siglo XX ha liderado el Sexteto Tabalá y la estirpe de Paulino Salgado, el Gran Batata, José Valdez Simancas, “Simancongo”, los dos ya en la eternidad; y Rafael Cassiani, quien dirige el legendario sexteto con su marímbula, instrumento de origen africano. Palenque ha posicionado su heredad cultural luego de ser declarada por la Unesco, Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, pero la riqueza cultural expresada en lo intangible de los cantos, la lengua materna y la bella música ancestral, sufre una tremenda paradoja con la pobreza material y la deficiencia y carencia de lo básico (servicios públicos y sanitarios, hospitales y escuelas, etc.). Hasta hace poco, por iniciativa del Ministerio de Cultura, la población logró erigir su Casa de la Cultura, escenario de todos los debates académicos y culturales de este festival. La inversión en obras de infraestructura ha sido escasa, a excepción de la gestión del actual Gobernador Gossaín, quien incluyó a Palenque en un programa de vivienda y pavimentación de la franja de cinco kilómetros de la carretera que va de Palenquito a Palenque, obra iniciada, pero aún en proceso.

La arquitectura tradicional de Palenque está diseñada según las exigencias humanas y culturales: el patio grande y la terraza como otro espacio social de encuentro con el vecindario. Casas de palma amarga o de material, bellas, elementales, funcionales, empañetadas con bahareque, pero con todos los servicios. Es lo ideal, según el criterio de sus propios líderes comunitarios. Lo elemental no pelea con la belleza de un diseño armonioso. Hay que repensar el uso excesivo del cemento en los nuevos diseños de casas minúsculas en Palenque, que no enriquecen ni mejoran el diseño tradicional. La tradición cultural puede mejorarse, sin que se pierda el encanto de lo natural y sin justificar la pobreza de lo básico.

Lo otro es la inversión ambiental, la siembra de árboles , plantas y flores nativas, no solo para el embellecimiento del entorno, sino para crear microclimas; y velar por la vida del arroyo de Palenque, que es, además de lugar de encuentro social, un espacio donde tradicionalmente las mujeres lavan su ropa a manducazo limpio. La inversión en educación y cultura y en obras públicas, es el camino para compensar la riqueza de lo intangible y la pobreza de lo tangible y para encontrar una alternativa social igualitaria.

En los cuatrocientos años del sacrificio de Benkos Biohó, Palenque busca que la ruta de la libertad pase de lo simbólico a lo pragmático, sin que se degraden lo ético y lo estético, y se preserve el coraje con que un líder soñó un mejor presente y futuro para Palenque.

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