El pedraplén de Barú ya está listo y pronto será inaugurado oficialmente. Hacerlo fue una odisea, en primer lugar por la demora en obtener la licencia ambiental, y luego por la financiación, la que afortunadamente asumió la Gobernación de Bolívar de Dumek Turbay. Este pedraplén no es el diseño completo de esta vía, aunque sí podríamos considerarlo como su columna vertebral.
Hay que recordar siempre que el pedraplén no solo es una vía hacia el pueblo de Barú, en la punta sur de la isla del mismo nombre, sino una barrera para impedir que la isla se partiera en dos con alguna tormenta fuerte, dado el creciente nivel medio del mar como consecuencia del cambio climático, y más concretamente, el calentamiento global y el deshielo polar.
Gran parte de la dificultad para obtener la licencia ambiental era precisamente hacerle el mínimo daño a la naturaleza del lugar, y el pedraplén y luego la vía con sus dimensiones completas ocuparán un sitio que antes era arena. Es decir, se recupera este área del mar y la modificación del medio ambiente no es notoria dadas las precauciones de poner suficientes box culverts para que pasen las especies marinas entre el mar Caribe y las ciénagas de la isla de Barú, que dan a la bahía de Barbacoas. A la vez, hacer la vía por donde había estado la tierra firme garantizó no tener que talar el manglar. Las exigencias ambientales para construir el pedraplén fueron múltiples y han sido vigiladas de cerca por los funcionarios locales de Parques Nacionales.
Todos estos requisitos y precauciones indican que el Estado tiene ahora la obligación de proteger las playas y los manglares, ya accesibles por el pedraplén, de los depredadores que no demorarán en aparecer, todos reclamando derechos injustificables sobre estos recursos naturales, como ocurrió en Playa Blanca. Allí apareció una comunidad “raizal” que incluye extranjeros y foráneos, quienes destruyeron un paraíso natural con la construcción apretada y tugurial de hostales, restaurantes y demás, degradando el entorno de manera veloz y difícil de reversar. Ya los cuerpos de agua internos son en gran parte cloacas llenas de basuras y aguas servidas, que sin duda pasan al mar Caribe.
Muchas de estas mismas fuerzas y argumentos deben estar preparados ya para intentar apropiarse también de los espacios aledaños al pedraplén, y que este ha hecho accesibles, cosa que el Estado debe impedir a toda costa para beneficio de la mayoría de los habitantes de Barú y de sus descendientes, quienes tienen derecho a disfrutar de una isla en el mejor estado natural posible, sostenible y sin la degradación que ya mencionamos antes.
Esperamos que el oportunismo no degrade también esta nueva área de Barú abierta a la gente, sino que valorice la isla para beneficio de sus habitantes, tanto los de los pueblos, como los propietarios de casas de descanso e inversionistas en distintas áreas. Barú merece ser un paraíso natural para beneficio de propios y extraños.
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