Editorial


Planificar no está en nuestro ADN

En Cartagena hablamos del cambio climático solamente si hay algún contratiempo, especialmente cuando las mareas inundan las calles y luego se nos olvida hasta la siguiente crisis, o cuando algún mar de leva hace daño, y más si es en el sector turístico.

Ahora, cuando se anuncia la sequía terrible del “fenómeno de El Niño” para la segunda temporada de lluvias, probablemente la anestesia local será peor, ya que -como dijimos- solo los hechos incómodos o catastróficos nos mueven a la acción, aunque usualmente es momentánea. Planificar parece contrario a nuestro ADN local.

Para las sequías también tenemos que planificar, y para manejarlas deberíamos tener ya diseños de grandes represas vecinas a la ciudad para guardar los excesos de agua de lluvia y tener reservas para el verano, incluida para riego agropecuario en nuestros municipios rurales.

Desde la alcaldía de Judith Pinedo, cuando hubo reuniones serias y algunos planes incipientes, entre ellos un plan piloto en Bocagrande que aún no se concluye, la ciudad no ha hecho nada y solo Invemar, con sede en Santa Marta, se ocupa del asunto con rigor.

Contrario al desinterés de Cartagena, el condado de Miami-Dade tiene una “fuerza de tarea” para enfrentar el cambio climático, como lo anunció el Miami Herald hace tres días, y propone seguir el ejemplo de la ciudad de Nueva York, que ya tiene un plan (que cuesta 20 billones de dólares) para proteger a esa ciudad del cambio climático, especialmente las inundaciones por el incremento en el nivel medio del mar.

La fuerza de tarea de Miami-Dade tiene hasta julio para conseguir apoyo para un plan, y para elaborarlo, y como el de Nueva York, también costaría varios billones de dólares. Harvey Ruvin, un funcionario de Miami-Dade que coordina la “Fuerza de tarea para el incremento del nivel del mar” dijo: “Todos hemos escuchado lo suficiente para saber que necesitamos un plan”.

Este grupo tiene siete personas que se reúnen desde noviembre y sus recomendaciones principales son: contratar ingenieros para desarrollar planes específicos, similares al de Nueva York; y ocuparse de instalar estaciones de bombeo, y cuidar o modificar puentes y vías.

Ahora Miami, y el mundo, enfrentan otro problema: la negativa de muchas aseguradoras, dadas las pérdidas en eventos extremos recientes, de asegurar contra los daños climáticos, especialmente cuando se sabe que algunos lugares estarán tres pies bajo el agua en el año 2100. Las aseguradoras recomiendan los trabajos de protección para minimizar riesgos y pérdidas, y para poder asegurar.

Sabemos bien que no podemos comparar los planes y proyectos de Nueva York y Miami-Dade para protegerse del incremento en el nivel medio del mar, con los que puede pagar Cartagena, pero precisamente por eso deberíamos tener un grupo de expertos pensando sin pausa y proponiendo soluciones más ingeniosas y de acuerdo a nuestro erario, en vez de esperar una emergencia para actuar.


 

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