Editorial


Plaza de los Coches, fracaso del Estado

La Plaza de los Coches es un ejemplo casi perfecto de la inoperancia de la institucionalidad cartagenera. Sus problemas y sus razones para no resolverlos son iguales o muy parecidos a los de muchos otros lugares.

En esta plaza emblemática hay adiciones a los edificios coloniales o republicanos consideradas irregulares, hay exceso de ruido de bares elevados y no tan elevados, hay prostitución a ciertas horas en ciertos lugares, y alguna gente habla de microtráfico a altas horas de la noche.

De día la Plaza de los Coches es muy similar al resto del recinto amurallado: interactúan todos los estratos socioeconómicos de la ciudad, hay ventas ambulantes y estacionarias, y mucho turismo de los cruceros y de los hoteles.

Pero luego llega la noche y a medida que avanza comienza la metamórfosis degradada del lugar: arrancan las discotecas recién instaladas en las azoteas a hacer escándalo con sus equipos de sonido, violando el derecho a la tranquilidad de los habitantes locales y huéspedes de los hoteles. La degradación se entremezcla con la de la Plaza de la Paz y el Camellón de los Mártires, que se llena de una masa amorfa de habitantes nocturnos, drogas y prostitución hasta que amanece, y antes de que termine de hacerlo, pasan por allí habitantes de la calle armados con carretas, pinzas, martillos y hasta cinceles, y levantan cualquier pedazo de mármol del piso o del pedestal de un prócer, cerrando el ciclo de degradación progresiva e intensa hasta salir el sol.

El alcalde de la Localidad 1 le dijo ayer al Concejo que él sí hacía lo que le correspondía, pero que era impotente ante el control del ruido porque esta actividad le compete al Establecimiento Público Ambiental (EPA), mientras que las construcciones irregulares en las azoteas de algunos edificios, una de las cuales sufrió el embate bien intencionado del alcalde, mona en mano, le corresponden al Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena (IPCC).

Obviamente, si hay construcciones irregulares sobre edificios monumentales, si hay exceso de ruido, y si hay microtráfico y prostitución, ninguna de las instituciones está haciendo bien su trabajo, pero todas son expertas en tirarse la pelota la una a la otra. El sistema está hecho para que primen la informalidad y la impunidad, así parece que hubiera sido diseñado a propósito.

Lo sencillo sería, además de que cada institución hiciera bien su trabajo antes de que haya irregularidades, para no tener que tragárselas después, que la Policía estuviera facultada para controlar el ruido, medirlo, cerrar los establecimientos infractores, y que el IPCC no se durmiera mientras construyen a plena a luz del sol adefesios que dizque lo sorprenden, aunque toda la demás gente los ve crecer.

Es inconcebible que suceda todo lo anterior y que no rueden cabezas, ni haya sanciones. Es el imperio de la venalidad y de la impunidad, no de la ley. Es el fracaso del Estado.

El sistema está hecho para que primen la informalidad y la impunidad, así parece que hubiera sido diseñado a propósito.

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