Editorial


Presidente 2018-2022

En muchos años Colombia no había vivido una campaña presidencial tan agitada ni tan polarizada como la de 2018, cuya primera vuelta comienza mañana.

La campaña se ha caracterizado por los programas rigurosos de los principales candidatos, y por las ideas difusas de algunos otros. Al menos un candidato comenzó la campaña con gran prestigio y fuerza, y se fue desfigurando en el camino. Otro, con gran experiencia y exposición pública, con las maquinarias a su favor y un programa detallado y completo, no marcó tan bien en las encuestas como se suponía que lo haría. Como siempre, las encuestas apenas son la foto de un momento, o varias fotos de varios momentos que van marcando una tendencia, sin que necesariamente sean infalibles. Siempre puede haber sorpresas en las urnas, que como dicen muchos aspirantes, son la verdadera encuesta ciudadana. No obstante, ninguno deja de ponerle atención, además de contratar las suyas propias para contrastarlas con las demás que publican las distintas alianzas de medios.

Cartagena tendrá 70 puestos de votación con 1952 mesas en total. La ciudad tiene un censo electoral habilitado de 750.215 personas, de las cuales 350.746 son hombres y 399.469 son mujeres. Lastimosamente, en todas nuestras elecciones la abstención ha sido altísima, incluida la de la pasada elección atípica para alcalde, que fue de 77%. Y en las presidenciales del 2014, cuando podían votar 692.257 personas solo lo hicieron 152.879, equivalentes al 23% del censo electoral.

La ciudad tendrá que determinar las estrategias para que su ciudadanía se interese por votar sin ninguna clase de dádivas y solo a conciencia. La apatía con seguridad tiene muchas causas, pero una de las principales en estas elecciones es el hastío marcado y virulento contra la corrupción, que ya sabemos es galopante. Los políticos y las instituciones del Estado están desacreditados como nunca y la mayoría de las veces, con bastante razón. Menos mal que al fin tenemos un fiscal y un procurador idóneos en Colombia, cuyas actividades hacen mucho por comenzar a enderezar muchas de las torceduras que dominan la vida del país. 

A estas alturas, los electores ya deberían conocer los programas de los candidatos, al menos sus principales propuestas, para poder decidir por quién votar. Esa debería ser la forma principal de decidirse por un candidato, pero demasiadas personas no han analizado los programas de cada uno y votarán por pasión a favor de uno de los candidatos, o por la misma razón contra alguno, o contra todos los demás.

Ojalá los electores distingan entre los candidatos sólidos, con bagaje, y no se dejen embaucar por ninguna vertiente del populismo promesero, especialmente del estilo que suena muy bien, pero sin tener viabilidad, en el que se distingue al menos un candidato.

Votar no solo es un deber ciudadano, sino un privilegio democrático que ningún cartagenero ni bolivarense debería pasar por alto.

“Ojalá los electores distingan entre los candidatos sólidos, con bagaje, y no se dejen embaucar por ninguna vertiente del populismo promesero (...)”

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS